El Gobierno de Ecuador busca este viernes a los responsables de la sublevación policial que desembocó en el secuestro durante varias horas del presidente, Rafael Correa, quien ha apuntado como instigador al ex mandatario Lucio Gutiérrez.
Inmediatamente después de su liberación, en un operativo militar en el que murieron al menos dos agentes, Correa anunció «una profunda depuración de la Policía Nacional» y afirmó que «no habrá perdón ni olvido» para lo que definió como «un intento de golpe de Estado».
El fiscal de la Nación, Washington Pesántez, afirmó, por su parte, que investigará «la conspiración urdida desde afuera de los cuarteles oficiales» que llevó a la sublevación.
«No se trató de una legítima reclamación salarial, sino de un claro ejemplo de conspiración», dijo Correa en una rueda de prensa tras ser liberado por militares del hospital en el que permaneció durante casi todo el día de ayer retenido por policías sublevados, que protestaban contra un proyecto de ley que reduce sus beneficios salariales.
Según Correa, cuando intentó explicarles que les elevó los sueldos «como nunca antes», las tropas le respondieron «no, eso lo hizo Lucio (Gutiérrez), sabiendo bien entonces quiénes estaban en esa conspiración», dijo. El presidente también señaló que las personas sublevadas que entraron el jueves en las instalaciones de Ecuador TV, un canal público, con el objetivo de interrumpir las emisiones eran «bien conocidos allegados a los Gutiérrez».
Por su parte, el miembro del Parlamento Andino Fausto Lupera denunció que personas encapuchadas le secuestraron a punta de pistola el jueves y le golpearon mientras le increpaban por pertenecer al partido de Gutiérrez. «Me dijeron que por esta vez me van sólo a patear y pegar, y que la próxima vez ellos me matarían», relató por teléfono desde el hospital donde se recuperaba de la paliza.
Liberación de Correa
Las Fuerzas Armadas de Ecuador liberaron este jueves al presidente, Rafael Correa, tras un enfrentamiento contra los policías sublevados que lo mantenían recluido en un hospital durante el cual resultaron heridos por lo menos cinco militares.
Protegido por una larga fila de efectivos pertrechados con escudos, cascos y armas de fuego, Correa salió en silla de ruedas, pues acababa de ser operado en una pierna, hacia una caravana de vehículo que lo trasladó directamente al Palacio de Carondelet, la sede del Ejecutivo.
Allí se asomó inmediatamente al balcón, donde le esperaban algunos ministros, y arengó a centenares de sus partidarios congregados en la Plaza Grande y que ondeaban banderas de Ecuador.
Señaló que para «liberarlo han caído hermanos ecuatorianos. Es un día de profunda tristeza que jamás creí que iba a llegar en mi Gobierno que solo busca el buen vivir».
Agradeció a los simpatizantes que fueron a «rescatarle» al hospital y que, según dijo, fueron recibidos con «gas pimienta, gas lacrimógeno, con pedradas», supuestamente por policías sublevados.
La población se volcó con el presidente
En las cercanías del hospital en Quito donde estaba retenido Correa se congregaron miles de personas. «Es un enfrentamiento de pueblo contra pueblo», dijo uno de los participantes en la protesta en la que se escuchaban frases como «policías corruptos no se enfrenten con armas al pueblo, el pueblo viene a mano limpia».
«Únete pueblo, el pueblo unido jamás será vencido, aquí viene el pueblo», gritaban, mientras intentaban superar la barrera policial donde se encontraba Correa bajo atención médica.
En su camino hacia el hospital, la gente, algunos con palos y banderas, lanzaban gritos en respaldo al presidente y entre los manifestantes había incluso discapacitados en silla de ruedas, niños y ancianos.
«Estamos aquí en pie de lucha por la democracia, defendiendo al presidente de todos los ecuatorianos, rescatándolo, estamos aquí todos los quiteños y han venido de los cantones cercanos caminando, nos están lanzando bombas lacrimógenas a los ministros, a las señoras, a los niños», dijo la ministra de Obras Públicas, María de los Ángeles Duarte.
El país se mantiene en calma
Ecuador amaneció este viernes con relativa calma tras la crisis. La actividad vuelve a la normalidad paulatinamente y en el palacio de Carondelet, sede del Ejecutivo, hay una fuerte presencia militar.
La luz del día dejó ver los daños en el hospital de la policía de donde fue rescatado Correa: puertas rotas, sillas destruidas, agujeros de impactos de bala en ventanas, paredes y espacios de trabajo, y manchas de sangre por todos lados, huellas todas ellas del enfrentamiento entre los efectivos de los grupos especiales militares y los policías sublevados.
El piso de la entrada al hospital está totalmente cubierto de pequeños pedazos de vidrio, al igual que otras zonas del hospital, donde muchas personas dicen haber pasado este jueves «por una las peores experiencias» de sus vidas.
El olor a gas lacrimógeno permanece en el hospital y todavía afecta a los ojos y la nariz incluso varias horas después de que terminara el enfrentamiento que, según la Cruz Roja, dejó dos fallecidos. Al sitio llegó este viernes un sacerdote ofreciendo sus oficios en medio de corredores que presentaban orificios de bala y manchas de sangre.