Los métodos de interrogatorio que enseñan en el Ejército británico incluyen amenazas, privación sensorial y desnudamiento de los prisioneros, lo que puede constituir una clara violación de las convenciones de Ginebra.
Así lo informa el diario ‘The Guardian’, según el cual los manuales que se manejan en esos cursos indican a quienes practican los interrogatorios que deben provocar humillación, desorientación, inseguridad, agotamiento, ansiedad y temor en los prisioneros y exponen la forma de conseguirlo.
Una de las técnicas recomendadas desde 2005 consiste en desnudar a los prisioneros antes de interrogarlos y mantenerlos en ese estado si se niegan a obedecer las órdenes de los militares mientras que otro texto aconseja vendarles los ojos.
Un manual elaborado en abril de 2008 sugiere mantener al «personal capturado», como se le denomina, en condiciones de malestar físico, desnudo y continuamente intimidado y explica que la privación sensorial es legal si «hay motivos operacionales válidos» para ello.
Otras instrucciones más recientes indican que las vendas para los ojos, los tapones en los oídos y las esposas para maniatar a los presos son instrumentos esenciales en los interrogatorios militares y señala que a los prisioneros sólo deben permitírseles cuatro horas de sueño ininterrumpido aunque puedan descansar hasta ocho horas al día.
Las convenciones de Ginebra sobre el trato que debe dispensarse a los prisioneros de guerra prohíben toda «coerción física o moral» y en particular las destinadas a obtener informaciones.
Todo el material secreto para el entrenamiento de las tropas británicas en técnicas de interrogación data de después de la muerte de Baha Mousa, recepcionista de un hotel iraquí torturado y muerto por las tropas británicas en Basora en septiembre de 2003.
La filtración de todo ese material llega en un momento en que los métodos de interrogatorio y otras prácticas relacionadas con la detención de enemigos son sometidos a un escrutinio especial.
El mes pasado, el diario «The Guardian» informó de que militares británicos eran sospechosos de responsabilidad en el homicidio de civiles iraquíes además de Mousa.
Entre las víctimas figuraba un hombre que murió supuestamente de las patadas que le propinaron a bordo de un helicóptero de la Royal Air Froce británica, un segundo varón muerto por los disparos de un soldado británico tras un accidente de tráfico y un joven de 19 años que se ahogó en un río al que le arrojaron supuestamente soldados del cuerpo de Royal Engineers.
El mes próximo, un grupo de abogados que representan a más de un centenar de iraquíes detenidos e interrogados por las fuerzas británicas entre marzo de 2003 y abril de 2007 argüirán que hay pruebas muy fidedignas de que fueron objeto de torturas sistemáticas.
Las denuncias, documentadas por un equipo de abogados encabezado por Phil Shiner, incluyen 59 casos de encapuchamiento, once de aplicación de electroshocks, 122 de privación del sentido del oído mediante aplicación de tapones, 52 de privación de sueño, 131 casos de vendaje de los ojos, 39 de desnudamiento y 18 de exposición a DVD pornográficos para mantener despiertos a los prisioneros.