El Presidente Obama difundía su partida de nacimiento este miércoles, afirmando que el debate en torno a sus orígenes ha desviado la atención de otras cuestiones que no son inventadas. ¿Pero puede esta jugada despertar tanto escepticismo como el que soluciona?
Si yo fuera propenso a las conspiraciones, insinuaría que el anuncio del presidente es un complot para aprovecharse de los teóricos conspirativos. El equipo de campaña de Obama, por supuesto, debe estar deseoso de una campaña en 2012 contra Donald Trump — que ya está reclamando el mérito de convencer al presidente de sacar a la luz la partida de nacimiento primero. Y las pruebas tienen tendencia a presentarse a los partícipes de teorías conspirativas, pero todavía más a los convencidos de que tenían la razón todo el tiempo. “¿No le parece que el presidente tiene poder para que se falsifique una partida de nacimiento?”; “¿Por qué no nos la enseñó antes?”; “¡La casilla ‘Nombre de la Madre’ parece ligeramente borrosa – eso demuestra que no ha sido rellenada con una máquina de escribir de la época!”; “¡El sello del estado de Hawái es unos micrones más pequeño que el oficial!”
Es bueno que, a diferencia de Trump, no me trague más cavilaciones que las propias. Pero también es cierto que los esfuerzos del presidente esta mañana no van a erradicar probablemente a los activistas que dudan de su nacimiento. Lo más que puede esperar es reducir las filas de los estadounidenses receptivos a esta tontería.