El juicio a Anders Behring Breivik deberá esperar hasta 2012, advirtió este jueves la justicia noruega, y será un proceso por cada uno de los hasta ahora 76 muertos de una tragedia colectiva, que adoptó rostros concretos con la difusión de los nombres de esas víctimas, en su mayoría adolescentes.
La instrucción del proceso será compleja, explicó el fiscal general Tor-Aksel Busch, ya que el autor confeso del doble atentado, perpetrado el viernes de la semana pasada, deberá responder ante la justicia por el asesinato de cada una de sus víctimas.
Breivik, el ultraderechista noruego de 32 años que quiso «castigar» a la socialdemocracia por «importar masivamente musulmanes», quedará hasta entonces previsiblemente alejado de todo contacto con los medios, más allá de las declaraciones que haga su abogado, Geir Lippestad.
La intención de la justicia es impedirle toda plataforma mediática, siguiendo el ejemplo del pasado lunes cuando determinó que su primera comparecencia ante el juez instructor fuera a puerta cerrada, en contra de la petición del propio Breivik, que solicitó explicar sus actos ante los periodistas.
Tal y como avanzó el martes el fiscal de la Policía, Christian Hatlo, se evalúa la posibilidad de imputarle crímenes contra la humanidad, para elevar así a 30 años el margen de la pena máxima contemplada por la justicia noruega, establecida en 21 años.
Ello puede añadir aún más complejidad a un caso que, subrayó el fiscal Hatlo, precisa una investigación extremadamente exhaustiva y en la que hay aún muchas cuestiones abiertas, tanto en esos planes minuciosamente preparados por Breivik, al parecer durante nueve años, como en la materialización de su matanza.
La policía sigue peinando las aguas en torno a la isla de Utøya y el complejo gubernamental en busca de pruebas. La toma de declaraciones de los supervivientes se perfila asimismo laboriosa, puesto que en el momento de la matanza había en el campamento juvenil socialdemócrata centenares de asistentes, en su mayoría adolescentes.
Si durante los días pasados, las declaraciones de éstos llenaron la atención de los medios, noruegos e internacionales, ahora el impacto se trasladó a los rostros, nombres y edades de quienes quedaron en silencio, las 76 víctimas mortales.
De los relatos de muchachos y muchachas supervivientes narrando cómo lograron huir, en algunos casos a nado hasta algún bote, o cómo vieron morir a varios de sus amigos a disparos de Breivik, se pasó a recomponer quiénes eran esos jóvenes asesinados en la isla donde poco antes habían estado charlando o cantado.
Jóvenes como Ismael Haji Ahmed, de 19 años y entusiasta bailarín, que colgaba en internet sus vídeos bailando; o, la más joven entre las víctimas hasta ahora identificadas, Sharidyn Svebakk Bohn, que había cumplido los 14 cinco días antes del doble atentado.
La tragedia colectiva adopta rostros concretos mientras la policía difunde día a día los nombres de nuevas víctimas, las formalmente identificadas y tras la notificación a sus familiares.
Mientras tanto, la catedral de Oslo sigue recibiendo visitantes que depositan sus flores en recuerdo de las víctimas.
«Es difícil saber ahora cuál acabará siendo para vosotros la imagen dominante de Noruega tras esto. Si la de la entereza de Stoltenberg o la locura de Breivik. Para nosotros no hay duda: nuestra Noruega es la de Jens», comentaba a Efe Tarjei Jansen, joven militante de las juventudes socialdemócratas (AUF).
El primer ministro, Jens Stoltenberg, ha sido en estos días el «ancla firme» que ha consolado a su pueblo y ha encontrado las palabras firmes y precisas en medio de la tragedia colectiva, escribía hoy el diario conservador «Aftenposten», el mayor del país, sobre el líder socialdemócrata.
Stoltenberg insistía ayer que la respuesta del pueblo noruego ha de ser la defensa de su sociedad abierta y la lucha por los valores democráticos, sin doblegarse a la violencia.