Las acusaciones entre demócratas y republicanos se recrudecieron hoy con el cierre de filas en torno a sus dos planes paralelos de reducción de déficit en un nuevo capítulo de la crisis de la deuda de EEUU que amenaza al país con la suspensión de pagos.
La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), organismo encargado de analizar los costes de las leyes, emitió sendos informes en los que aseguraba que los recortes incluidos tanto por el plan republicano como por el de los demócratas eran menores de lo anunciado públicamente.
Anoche, la CBO situó la reducción de gasto planteada por el plan que impulsa el presidente republicano de la Cámara de Representantes, John Boehner, en 850.000 millones de dólares, es decir, 350.000 millones menos que los 1,2 billones originalmente avanzados.
Posteriormente, esta mañana el organismo del Congreso rebajaba asimismo el volumen de recorte del plan presentado por el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, de 2,7 billones a 2,2 billones.
No obstante, ninguna de las partes mostraba signos de ceder a seis días de que se cumpla la fecha límite del 2 de agosto, en la que el Tesoro de EEUU ha anunciado que el país se vería obligado a declararse en suspensión de pagos, de no aprobarse una elevación inmediata del techo de deuda, actualmente situado en 14,29 billones de dólares.
Boehner acusó al plan demócrata de contener «trucos efectistas», mientras que Reid dijo que el plan llegaría muerto al Senado, de mayoría demócrata, ya que «ningún senador» de su partido lo votaría.
Asimismo, el líder republicano anunció que posponía para mañana jueves el voto de su plan, previsto en principio para hoy, con el objetivo de ganar tiempo y convencer a varios congresistas del Tea Party, el ala más conservadora de su partido, que critica su plan por considerarlo demasiado suave.
Pese a la diferencia en el volumen de recortes, la principal fricción se halla ahora en la duración del acuerdo.
Los republicanos están dispuestos a aceptar solamente un plan de corto plazo, que llevaría a una nueva decisión sobre el techo del endeudamiento a comienzos de 2012, año en el que se celebran elecciones presidenciales.
Los demócratas se oponen, tal y como ha dicho el presidente Barack Obama, que buscará la reelección en esos comicios, ya que consideran esencial para la economía elevar el techo de deuda por un periodo «de tiempo sustancial», al menos hasta 2013.
En los últimos días, la Casa Blanca parece haber tomado algo de distancia, tras el discurso a la nación del pasado lunes en el que Obama advertía sobre las consecuencias «catastróficas» para la economía estadounidense de no subir el techo de deuda e instaba a un «acuerdo amplio y equilibrado».
En su habitual rueda de prensa diaria, Jay Carney, portavoz de la Casa Blanca, afirmó que «lo que falta no es tiempo, sino voluntad» para alcanzar un acuerdo.
No obstante, Carney reiteró su confianza en que se llegará a una solución antes del 2 de agosto y se evitará el impago, «porque es mucho lo que está en juego».
Por su parte, los mercados continuaban mostrando sus crecientes dudas con la caída de Wall Street de un 1,59% al cierre de la jornada, el nuevo récord del precio del oro, el debilitamiento del dólar frente a las monedas asiáticas y la amenaza de revisión de la calificación de la deuda por parte de las agencias como Standard & Poor’s y Moody’s.
No obstante, Deven Sharma, presidente de Standard & Poor’s se mostró cauto hoy en una audiencia ante Congreso al afirmar que cree que EEUU evitará caer en un suspensión de pagos y que, en realidad, el mayor riesgo para el país es la deuda a largo plazo.
Según han apuntado varios analistas de Wall Street, la rebaja de la calificación de máxima solvencia de EEUU podría hacer subir los tipos de los bonos del Tesoro entre seis y siete décimas de punto porcentual lo que añadiría unos 100.000 millones de dólares al año a los intereses de la deuda estadounidense.
Además, se dispararían los tipos de interés para los consumidores estadounidenses, con el consiguiente efecto negativo sobre la recuperación económica.