El debate de investidura de Mariano Rajoy ha quitado protagonismo a la muerte, durante el fin de semana de dos importantes personajes: el norcoreano Kim Jong y el checo Václac Havel. Y en la importancia de ambos terminan todas las coincidencias.
Kim Jong, hijo de dictador y padre de dictador, ha sumido a su pueblo en el hambre y el atraso durante todo el tiempo que ha detentado el poder; si no fuera por dónde ha llevado a su país, podría hasta reírme al recordar sus megalomanías: record de golf (la única vez que lo practicó), coleccionista de cine (con “Rambo” y “Godzilla” como películas favoritas), gran catador de coñac y bogavantes (mientras el hambre domina Corea del Norte). El hombre que, según sus exégetas, nació bajo el signo del arco iris ha provocado con sus muerte escenas de dolor que llegan hasta la histeria, pero solo entre los acólitos de un régimen sanguinario que su hijo y sucesor ha ordenado fueran las únicas que salieran del país.
Mientras, de manera callada, moría en su Praga natal Václac Havel, el escritor al que un día sorprendió la “Primavera de Praga” y que sufrió a continuación la censura, la cárcel y el largo invierno a que la dictadura bolchevique condenó al país. Un país que, durante aquellas pocas semanas de 1968, soñó ser libre y que despertó un agosto bajo el estruendo sobre sus adoquines de los tanques del Pacto de Varsovia. Siguieron años de resistencia intelectual, de clamar por que la sociedad dominara a los aparatos del Estado, de sueños de libertad… que un día, veinte años después, llegó, súbita, con un desmoronamiento de los regímenes de toda Europa del Este, tras la caída del Muro de Berlín.
Y Václac, sin pedirlo, sin desearlo, pasó de contar la historia inmediata a protagonizarla: Admirador de Ghandi, o Luther King, se encontró, al lado del expresidente del 68, Dubcek, en un balcón de la plaza de San Wenceslao, mientras la multitud vitoreaba sus nombres. Él no quería protagonismo; él solo era la cabeza visible de un movimiento, “Foro Cívico” que quería afirmar al individuo frente al Estado… Pero fue elegido Presidente del país al que dedicó trece años de su vida.
Quiero terminar con un sucedido, quizás pequeño pero significativo: Terminaba el siglo XX y Praga pretendía acoger una reunión del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, reunión que fue abortada por la movilización de centenares de jóvenes del Movimiento Antiglobalización. Como digo, la reunión no pudo celebrarse pero la policía checa detuvo a varias docenas de jóvenes a los que hoy llamaríamos “indignados”, entre ellos a la hija de un periodista español de larga trayectoria. Para él fueron jornadas de zozobra y temor; muchos de los jóvenes habían llegado a Praga de manera semi-clandestina y nadie daba fé de dónde se encontraban detenidos ni por quién. Mi compañero -y también querido amigo- acudió al ex-presidente Felipe González en demanda de ayuda y pocos días después su hija aterrizaba en Barajas sin ningún contratiempo. Fue Václac Havel, urgido por su amigo Felipe, quién se encargó de localizar la mazmorra, lograr su libertad y embarcarla en un avión hacia Madrid. La hija de mi amigo no consta que estuviera nunca detenida en Praga, pero su padre sabe que allí, donde nunca estuvo, un escritor, presidente sin quererlo, fue su salvador.
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