En realidad dos; Israel construye un nuevo muro en la frontera con el Líbano y otro en una porción del Sinaí, frontera con Egipto.
En el norte el muro, de un kilómetro de largo, separará a aldea de Metula de la de Kfar Kilia, en el Líbano, “y es una pena,” dice Yoli Magent, una terapeuta con consulta en Jerusalén, “porque es un lugar tan pastoral, desde Metula se veía el Líbano, el mismo paisaje que el israelí, los mismos árboles, la misma vegetación, y ahora el paisaje será otro con una muralla de hormigón.”
Sin embargo, a pesar de lamentar la construcción de los muros por lo que ello significa, “los muros separan a los enemigos, no a los amigos”, dice que el incidente que ocasionó la decisión de erigirlo, el asesinato de un alto mando del ejército israelí, es algo que no conviene a ninguna de las partes, ni a los libaneses ni a los israelíes, “y a diferencia del muro oeste éste es “un muro moral”.”, dice Magent.
En este caso, al contrario que en el muro de la línea verde, hay consenso internacional. La erección estará coordinada con las fuerzas de Naciones Unidas desplegadas en la zona, FPNUL (Fuerza Provisional de Naciones Unidas para el Líbano) y medirá entre cinco y siete metros de altura, algo menos que el que rodea los territorios palestinos, cuyo trazado fue considerado ilegal por el Tribunal de La Haya. Tanto el gobierno egipcio como el libanés están de acuerdo, lo que indica su alejamiento de esos actos violentos en las fronteras.
Y los ciudadanos israelíes despliegan diversidad de opiniones sobre esta decisión, desde las pragmático-pesimistas de quienes tienen el peligro cerca hasta las desinformadas de quienes suponen que viven en un país normal. Erez Ben Simón, fotógrafo y reservista en la sección de paracaidistas, vive en un kibutz de Kiriat Shmona, la ciudad más al norte del país, y cree “que se trata de preparativos para la guerra. Hay un barrio muy cerca de la muralla, Hartzia, que es un punto clave estratégico, si hubiera un conflicto armado a los soldados israelíes les interesa estar protegidos. A mi me causa sospechas el que decidan construir una muralla justo ahora cuando este conflicto que tenemos con Hizbola lleva muchos años vivo”.
Como en otros países existe “la canción del verano” en Israel existe “la guerra del verano”. Y ya se ha convertido en cliché. Desde hace varios años, a partir de febrero más o menos, políticos y comentaristas empiezan a referirse a ella. Ben Simón concluye: “espero equivocarme, pero esto bien puede ser el principio de la guerra del verano.”
El cliché funciona. En Tel Aviv, Tamar Rothler, dependienta de una librería, dice que no le preocupa ni el muro ni la posibilidad de una guerra, “el otro día sonó la sirena de guerra, se ve que era un ensayo pero no fue muy publicitado, y si bien no sabía con seguridad de qué se trataba no salí corriendo al refugio, vi que tenía la máscara anti gas en un lugar más o menos accesible y esperé que no fuera nada. Y no fue. El muro del Líbano me pilla lejos y estoy anestesiada contra la guerra del verano.”
Ben Cohen, músico y también ciudadano de la burbuja Tel Aviv no le ve ningún problema al muro, de cuya futura existencia supo sólo cuando fue preguntado al respecto: “más bien me tranquiliza que lo construyan. El que ya existe ha frenado a terroristas palestinos, y si están construyendo éste nuevo, sobre una valla de separación que hay entre Israel y el Líbano desde hace un montón de tiempo, sólo me parece que es un trabajo mejor hecho.”
Desinformada también parecía la ministra de turismo de la Autoridad Palestina, Kholud Daibes, habitante de Jerusalén Este pero con oficina en la ocupada Belén, quien decía, “¡otro muro!, los israelíes construyen vallas como la que está aquí en Belén porque creen que eso les protege, pero lo único que les protegerá es acabar con la ocupación.”
Tel Aviv, Jerusalén, Kiriat Shmona, Belén… otros mundos, pero están en éste…
Maya Siminovich/Corresponsal