Londres sigue en sus trece e insiste en intervenir y sacar al fundador de WikiLeaks de la embajada de Ecuador, a pesar de la concesión de asilo diplomático a Julian Assange. Incluso ha dicho que, en caso necesario, utilizaría la fuerza. Su destino: Suecia. Reino Unido se encuentra en un difícil dilema diplomático y legal que podría tardar mucho tiempo en resolverse. Para llevar a cabo esta acción, Londres ha citado como base legal el Acta de Premisas Consulares y Diplomáticas de 1987. ¿Pero puede realmente llevar a cabo su amenaza?
El problema que se le plantea al Gobierno británico es cómo puede efectuar la detención y la entrega de Assange a Suecia sin violar las leyes internacionales ni causar un grave conflicto diplomático.
La Convención de Relaciones Diplomáticas de Viena de 1961 establece la»regla de inviolabilidad», que prohíbe la entrada en las embajadas a las fuerzas de seguridad de los países donde se encuentran si no es con el permiso del embajador. Londres se ampara en una ley británica de 1987, que según ellos, le permite revocar la inmunidad diplomática y entrar en la embajada a detener a Assange. Esta ley fue aprobada tras el asesinato tres años antes de la agente británica Yvonne Fletcher por un disparo de bala efectuado desde el interior de la embajada de Libia en Londres.
La norma pone como condición el hecho de que se haga «en cumplimiento de la ley internacional» y se vincula la entrada en la embajada a una serie de «consideraciones materiales» como «la seguridad de los ciudadanos y la seguridad nacional», según explica el jurista Carl Gardner en su blog ‘Head of Legal’.
No existe precedente de que esta ley se haya aplicado desde entonces y los expertos sostienen que para que la policía pudiera entrar en la embajada ecuatoriana en Londres para arrestar a Assange y entregarlo a Suecia se necesitaría además el permiso de un tribunal.
El Gobierno británico debería convencer a la justicia de que Ecuador ha actuado contra las leyes internacionales al acoger en su embajada al fundador de WikiLeaks, al que las autoridades británicas persiguen por haber violado sus condiciones de libertad bajo fianza. Como dijo el mismo Assange, «las cosas van a ponerse estresantes».
Además de la complejidad legal de esa decisión, sus implicaciones diplomáticas podría ser importantes, ya que otros países podrían utilizarlo como precedente para entrar en embajadas a detener a disidentes allí refugiados.
Aunque el Reino Unido decidiera finalmente no entrar en la embajada de Ecuador, o no pudiera hacerlo, quedaría sin resolver una situación a la que la mayoría de los expertos no le ve una salida fácil.
«Es imposible hacer predicciones de qué puede pasar ahora, toca esperar», ha reconocido a la BBC la especialista en derecho internacional Rebecca Niplock. A pesar del asilo concedido por Ecuador al fundador de Wikileaks, esté sigue sin poder salir de la embajada donde reside hace casi dos meses, ya que la policía de Londres espera a las puertas del edificio y podría detenerle en el momento de que ponga un pie en la calle.
Aunque Ecuador, como se ha barajado, decidiera darle algún tipo de estatus diplomático como representante ante Naciones Unidas, lo que le otorgaría inmunidad, esto no evitaría que fuera detenido al salir de la embajada.
Posibilidades
Otras de las posibilidades es que Assange abandone la embajada en un coche diplomático que, de acuerdo con las leyes internacionales disfrutan de protección y no pueden ser requisados o registrados. Sin embargo, el fundador de Wikileaks podría ser detenido al abandonar el vehículo para tomar un avión que le permitiera dejar el Reino Unido.
Una artimaña con la que se especula es que pudiese pasar por las valijas diplomáticas, una bolsa o saco de cualquier tamaño destinado al traslado de documentos u objetos de uso oficial.
Estas valijas pueden cruzar las fronteras sin ser registradas pero, al estar limitadas a materiales y documentos dificultaría, que Assange se escondiera en una de ellas para salir del Reino Unido.
Existe un precedente que pone de manifiesto cuánto podría alargarse en el tiempo este caso: el cardenal József Mindszenty pasó quince años en la embajada estadounidense en Budapest tras el fracaso de la revolución anticomunista de Hungría en 1956.