Con manifestantes a favor y en contra de Mohammed Mursi enfrentándose por segunda semana consecutiva en las calles de El Cairo, el país se sitúa al borde de una situación potencialmente volátil y el Presidente se está valiendo de tácticas cada vez más autoritarias que incluyen la amenaza del recurso a la fuerza militar. Aunque el Presidente Obama y la pretenciosa comunidad internacional guardan un silencio hipócritamente sepulcral a tenor de esta invasión de poderes, se está formando delante de nuestros ojos una cárcel-estado islamista.
Durante los últimos meses, Mursi ha logrado alcanzar un alto el fuego entre Israel y los palestinos, imponer su capricho por decreto «temporal» y sacar adelante en la legislatura una constitución apoyada en la ley islámica por encima de la oposición de las formaciones minoritarias.
Hay quien teme que Mursi se valga de las tensiones como excusa para utilizar al ejército para aplastar a los rivales del gobierno
Durante más de una semana, tanto partidarios como detractores de Mursi se han concentrado en la Plaza de Tahrir en respuesta a estas maniobras. Con la tensión ya en el disparadero, la violencia sigue escalando. El recuento más reciente de Associated Press habla de al menos seis muertos y más de 700 heridos.
Policía y ejército están siendo movilizados de forma rutinaria para separar a las partes. Hoy hay quien teme que Mursi se valga de las tensiones como excusa para utilizar al ejército para aplastar a los rivales del gobierno de la Hermandad Musulmana.
Según la crónica de AP, Mursi ha empezado a demonizar a la oposición por ser «enemigos de la nueva democracia», acusando a los manifestantes de ser leales al régimen de Hosni Mubarak, el veterano gobernante de Egipto antes de Mursi. Mursi “promete que no va a tolerar que nadie trabaje para derrocar a su gobierno ‘legítimo’”.
AP también dice que el ejército se está desplegando para intimidar a los manifestantes con el uso de la fuerza. El ejército egipcio desplegaba los tanques y daba un plazo tanto a los partidarios como a los detractores de Mohammed Mursi para abandonar los exteriores del palacio presidencial el jueves tras las feroces batallas campales que arrojan un balance de cinco muertos y más de 600 heridos en el peor estallido de violencia vivido entre las dos partes desde la elección del líder islamista.
La Hermandad está peligrosamente cerca de alcanzar su objetivo de instituir un estado islamista en Egipto
Avalado por su capacidad de cerrar un acuerdo entre palestinos e israelíes y con la luz verde de la pasiva comunidad internacional, Mursi y la Hermandad Musulmana se sienten consolidados y evidentemente no tienen miedo a manifestar su fuerza. La Hermandad está peligrosamente cerca de alcanzar su objetivo de instituir un estado islamista en Egipto, y no va a dejar que nada se interponga en este momento crítico de su empresa.
Fue la violenta respuesta de Hosni Mubarak al levantamiento del pasado febrero de 2011 en Egipto lo que hizo que Estados Unidos cortara el cordón umbilical. En aquel levantamiento, Mubarak fue acusado de enviar el ejército con órdenes de matar para asfixiar las manifestaciones en su contra. Aunque ninguna de las crónicas que están saliendo de El Cairo replica todavía este panorama, el potencial de actos de violencia auspiciados por el gobierno flota en el aire y la tensa situación se presta a la explotación.
Tristemente, la pérdida de vidas sufrida ya por los manifestantes defensores de la libertad puede muy bien ser en vano. Los manifestantes, aunque feroces, todavía no han logrado atraer más que a varias decenas de miles de personas en El Cairo, ciudad en la que la Hermandad disfruta de un apoyo generalizado junto a las demás formaciones islamistas. Aunque el Presidente Obama y el resto del mundo no se molestan en pronunciar una palabra de condena a la muerte de la democracia en Egipto, el actual movimiento de oposición sólo está destinado a languidecer y desaparecer con el tiempo.
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Michael Volpe, columnista del Chicago Sun-Times y el Chcago Reader