Muchas fueron las voces que se alzaron al conocer que el premio Nobel de La Paz iba a parar en manos de la Unión Europea por su labor integradora, sus aportaciones a la paz mundial y a la estabilidad del Viejo continente. Discutido o no, este lunes se entrega en Oslo el premio a los líderes de la Unión que aún no se aclaran quién hablará primero y cuánto tiempo.
Por su parte, en la capital noruega se suceden las protestas por la decisión de conceder tan prestigioso premio a una Unión Europea sumida en una crisis de la que no consigue salir y que castiga a los miembros más débiles como España, Italia y Grecia que se ven ahogados por los recortes que Merkel impone desde Alemania y con una deuda que tardarán décadas en solventar. Un millar de personas se concentraban en la ciudad para mostrar su repulsa a la UE como premio Nobel de la Paz.
No es la primera vez que este galardón trae más de un dolor de cabeza a los organizadores y protestas airadas contra la decisión. La concensión del premio a Barack Obama cuando apenas acababa de ser elegido presidente de Estados Unidos y aún no había podido hacer nada en su cargo, levantaron también las airadas protestas de la ciudadanía.
Al otro lado de las quejas, los presidentes de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso, y del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, junto al de la Eurocámara, Martin Schulz, han llegado a Noruega para encabezar la delegación comunitaria. «Queremos que la Unión Europea sea de nuevo un símbolo de esperanza», afirmó Van Rompuy el domingo, durante una conferencia de prensa conjunta con Barroso y Schulz.
«En los últimas seis décadas, hemos trabajo juntos para superar los problemas. Saldremos a tiempo de la recesión y más fuertes de lo que éramos antes», afirmó Van Rompuy.
Itziar de la Fuente