sábado, noviembre 23, 2024
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«La juventud es el ventanal por el que entra el futuro del mundo»

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El Papa Francisco ha asegurado que «la juventud es un ventanal por el que entra el futuro del mundo», durante el primer discurso de su viaje a Rio de Janeiro con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Por ello, según ha indicado, la juventud impone grandes retos». «Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio», ha precisado.

Asimismo, ha instado a «tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su propio porvenir, y corresponsable del destino de todos».

El Papa Francisco ha advertido de que no tiene «ni oro ni plata» pero que llega a Brasil con «lo más valioso» que se le ha dado: «Jesucristo». «Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón; y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo: «La paz de Cristo esté con ustedes», ha subrayado.

En este sentido, ha indicado que ha aprendido que para tener acceso al pueblo brasileño, hay que entrar «por el portal de su inmenso corazón». «Permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta. Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes», ha espetado. Con su visita, según ha indicado, desea «continuar con la misión pastoral propia del Obispo de Roma de confirmar a sus hermanos en la fe en Cristo, alentarlos a dar testimonio de las razones de la esperanza que brota de él, y animarles a ofrecer a todos las riquezas inagotables de su amor».

El motivo de su visita, «más allá» de las fronteras de Brasil

No obstante, ha precisado que el principal motivo de su presencia en Brasil va «más allá de sus fronteras» pues se encontrará con jóvenes de todas las partes del mundo «atraídos por los brazos abiertos de Cristo Redentor» que «quieren encontrar un refugio en su abrazo, justo cerca de su corazón, volver a escuchar su llamada clara y potente: ‘Vayan y hagan discípulos a todas las naciones'».

Estos jóvenes, según ha puntualizado interrumpido en varias ocasiones por los aplausos de los presentes, provienen de diversos continentes, hablan idiomas diferentes, pertenecen a distintas culturas «y, sin embargo, encuentran en Cristo las respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que los una por encima de cualquier diferencia».

Precisamente, ha indicado que Cristo les ofrece «espacio» y que «no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él» pues, según ha subrayado. «Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: Vayan y hagan discípulos; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas». Pero también, según ha añadido, «los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados».

Concretamente, se ha referido a una «hermosa» expresión brasileña ‘Los hijos son la pupila de nuestros ojos’ que aplica a los jóvenes la imagen de «la pupila de los ojos, la abertura por la que entra la luz regalando el milagro de la vista». «¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar?», se ha preguntado el Papa para añadir que su esperanza es que, en esta semana, cada uno se deje interpelar por esta pregunta «provocadora».

Finalmente, ha rogado a todos la atención y empatía necesaria para establecer «un diálogo entre amigos» y ha asegurado que en este momento, los brazos del Papa «se alargan para abrazar a toda la nación brasileña, en el complejo de su riqueza humana, cultural y religiosa» de forma que «desde la Amazonia hasta la pampa, desde las regiones áridas al Pantanal, desde los pequeños pueblos hasta las metrópolis, nadie se sienta excluido del afecto del Papa».

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