jueves, octubre 3, 2024
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Marruecos frena la ola anti-islamista y mantiene al PJD en el Gobierno

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Marruecos ha demostrado una vez más que el juego político interno no depende de la geopolítica regional, sino de los equilibrios dictados por la monarquía alauita que reina en el país norteafricano desde hace más de dos siglos. Al calor de la contrarreforma desarrollada en el Mundo Árabe en contra de los partidos islamistas llegados al poder tras la «primavera árabe», el movimiento nacionalista marroquí Isticlal lanzó hace tres meses un órdago al Gobierno y al Palacio. Aliado circunstancial de los islamistas del PJD en el gobierno, el partido liderado por Hamid Chabat se retiró sorpresivamente del Gobierno que presidía Abdelilah Benkiran, con la clara intención de pretender ocupar su puesto.

Las críticas que el Isticlal hacía al PJD eran superfluas y no engañaban a nadie. Los nacionalistas, que llevan en la política marroquí más de medio siglo y son los primeros responsables de la difícil situación socio-económica de la población marroquí, acusaban a los islamistas, recién llegados a las riendas del gobierno, de «populistas», de «provocar el empobrecimiento de la población» y de «autoritarismo«. Términos curiosamente análogos a los planteados por el Ejército egipcio para justificar el golpe de Estado en contra de los Hermanos Musulmanes de Mohamed Morsi, y también a los esgrimidos por las coaliciones «laico-liberales» tanto en Turquía como en Túnez, para arremeter en contra de los movimientos islamistas que gobiernan en ambos países.

Los intentos del Isticlal de erigirse como alternativa al «islamismo autoritario», han fracasado estrepitosamente

Tras tres meses de arduas negociaciones, los intentos del Isticlal de erigirse como alternativa al «islamismo autoritario», han fracasado estrepitosamente. Los islamistas moderados del PJD han resistido la embestida y el Palacio Real ha optado por la solución más prudente: sugerir una nueva alianza gubernamental entre el PJD, la formación del Movimiento Popular y la Reagrupación Nacional de los Independientes. El resultado ha sido un Ejecutivo con 39 ministros, en el que todas las formaciones que lo componen salen airosas. El PJD se queda en minoría pero sigue siendo el partido dirigente del Gobierno. Algunos retoques de último momento parecen haber sido dictados por los intereses de Palacio: el nuevo ministro del Interior, una pieza clave en el sistema de gobierno marroquí, recae sobre Mohamed Hassad de larga trayectoria en la Administración y con la confianza de los Consejeros de Palacio que controlan de cerca al Ejecutivo; el nuevo titular de Economía y Finanzas, Mohamed Boussaid, se encargará de poner en práctica la política económica elaborada en Palacio; en cuanto al Ministerio de Industria, verdadero motor del mantenimiento de la tasa de crecimiento del 5% que registra Marruecos, recae en Moulay Hafid El Alamy, uno de los grandes empresarios marroquíes en boga.

La única disonancia registrada en el nuevo Gobierno lo constituye la salida del Ejecutivo de Saad Edin el Otmani, hasta ahora ministro de Exteriores, puesto que ocupará el jefe del RNI, Salaheddin Mezzouar. Es el único ministro islamista que deja el Gobierno, todos los demás han sido mantenidos en sus puestos o cambiado de cartera. Según los analistas El Otmani ha sido «sacrificado» en favor de Mezzouar, algo que al líder de los islamistas marroquíes Abdelilah Benkiran le ha venido de perlas ya que el responsable de la diplomacia aparecía como el candidato ideal para dirigir el PJD por su templanza, su talante negociador y su predisposición al diálogo. Benkiran le propuso a último momento la cartera de Educación, algo que El Otmani rechazó educadamente ya que «no quiero permanecer en el Gobierno a cualquier precio«, según ha podido saber Estrella Digital de fuentes cercanas al exministro. Días antes de la publicación del nuevo Ejecutivo, El Otmani había trasladado sus bártulos a la clínica en la que vuelve a ejercer como médico psiquiatra.

Las justificaciones para la caída en desgracia de El Otmani no se hicieron esperar. Se le reprochaba su «fracaso» al emprender su primer viaje como Jefe de la diplomacia a Argelia, nada más llegar al Gobierno; así como su participación en una conferencia de paz en Nueva York junto a la ministra de Exteriores israelí Tzipi Livni. Dos actividades en las que el ministro titular de Exteriores no tenía ninguna responsabilidad, ya que se limitó a seguir las directivas que le dictaron desde el Palacio Real. Sin embargo sus detractores se han guardado muy bien de poner el énfasis en la frenética actividad diplomática de El Otmani en relación con el dosier del Sahara Occidental, considerado por el régimen marroquí como la piedra angular de su edificio político-diplomático, y en el que el joven ministro consiguió importantes avances para la reivindicación marroquí de «soberanía sobre la excolonia española».

Pese a los esfuerzos del Palacio Real marroquí por impedir que la crisis gubernamental en Marruecos derivase en fractura política irreversible, el nuevo Ejecutivo deberá emprender urgentemente una serie de reformas económicas impuestas por los organismos crediticios internacionales y la deteriorada situación socio-económica del país. Ese plan de reformas será la prueba de fuego de la viabilidad de mantener en el gobierno a los islamistas moderados en contra de los vientos de la contrarreforma que sacuden el Mundo Árabe.

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