Los días mundiales tienen la facultad de resaltar la importancia de acontecimientos o situaciones que la sociedad debe tener presentes, ya sea para aprender del pasado o bien para recordarnos lo que está pendiente por resolver.
En el caso del Día Internacional del Hambre tenemos la oportunidad de reflexionar y actuar, porque los grandes castillos se construyeron comenzando por pequeñas piedras.
La historia nos demuestra que a medida que “evolucionamos” como especie las desigualdades crecen y la distribución de la riqueza está cada vez menos distribuida, y ante esto me surge la pregunta ¿somos generosos? Según los resultados de estudios realizados por Ariel Knafo en la Universidad Hebrea de Jerusalén, sí que lo somos. De hecho, la generosidad tiene una gran carga genética. Entonces, ¿cómo pueden existir tantas desigualdades? Esta pregunta es difícil de contestar. Existe un concepto que en parte explica este fenómeno, el de “efecto observador” descrito en 1968 por los psicólogos sociales John Darley y Bibb Latane. Este efecto conlleva que a más observadores más tiempo se tarda en reaccionar, y ¿cuántos observadores somos del hambre mundial? Toda la humanidad, no caben más observadores, no hay un responsable único al que poder culpar de lo que ocurre, no hay una persona que tenga en su mano el poder de cambiar el hambre en el mundo.
- A medida que “evolucionamos” como especie las desigualdades crecen y la distribución de la riqueza está cada vez menos distribuida, y ante esto me surge la pregunta ¿somos generosos?
Sin embargo, si esto fuera siempre así no existirán las revueltas, las revoluciones o las movilizaciones sociales. ¿Qué ocurre en los casos en los que se produce esa revuelta? Para movilizarnos suele ser necesario que nuestra vida o la de alguien cercano se vea afectada por ese problema; nos identificamos y es entonces cuando nos responsabilizamos por tomar parte y movilizamos los recursos que estén en nuestra mano para cambiar esa situación.
El escritor Richard Bach decía: “Un pequeño cambio hoy te lleva a un futuro radicalmente diferente”. Así que la única opción que tenemos es confiar en que una pequeña acción hecha para uno de los siete mil millones de personas que somos en el mundo daría lugar a un cambio mayor. Por eso cada uno de nosotros somos responsables de actuar, aunque en un principio parezca que no podemos hacer nada por cambiar la situación, es ese efecto de la responsabilidad diluida lo que mantiene los grandes problemas de la sociedad.
- “A más observadores más tiempo se tarda en reaccionar, y ¿cuántos observadores somos del hambre mundial? Toda la humanidad, no caben más observadores”
Arnold Bennet decía: “Cualquier cambio, incluso un cambio para mejorar, siempre va acompañado de inconvenientes e incomodidades”. La generosidad, aunque natural en el ser humano, requiere de inversión ya sea de tiempo, de cariño, de amor, de dinero, de esfuerzo o de esperanza. Si estamos dispuestos a arriesgar esto por el desconocido beneficio que nos espera podremos hacer algo significativo.
- “En el caso del Día Internacional del Hambre tenemos la oportunidad de reflexionar y actuar, porque los grandes castillos se construyeron comenzando por pequeñas piedras”
La generosidad es una fortaleza psicológica que al utilizarla de forma inmediata genera un beneficio emocional. No hay más que recordar cuando hemos hecho un regalo especial a alguien querido o hemos hecho un favor a un compañero o amigo. Sólo el hacerlo permite que nos sintamos mejor con nosotros mismos, esa es la esencia de la generosidad, hacer algo por el otro sin esperar que ese favor sea devuelto.
El reto de la sociedad actual es empezar a activar esa generosidad hasta con quien no conocemos, hasta con esa persona que está al otro lado del mundo que nada “parece” que tiene que ver conmigo salvo que ambos somos seres humanos, con el mismo derecho a vivir con dignidad y a ser feliz.