viernes, octubre 11, 2024
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Bruselas, capital europea del terrorismo islamista

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Bruselas vuelve a estar en el centro de todas las miradas tras tres días de alerta máxima por alto riesgo de atentado. La actividad en la ciudad se ha congelado y las calles están fortificadas, repletas de policías y militares. Mientras, las autoridades prosiguen con sus operativos para dar caza a los yihadistas que se esconden en el país. Entre ayer y hoy han detenido a 21 personas, aunque no han dado con Salah Abdeslam, el terrorista huido de los atentados de París.

Ya la semana pasada la capital europea se puso en el disparadero tras la detención de otros siete presuntos implicados en los atentados de París (dos de ellos habían residido allí y dos de los coches usados en los ataques se alquilaron en ese país).

Molenbeek, nido del yihadismo

Pero no es la primera vez que se descubre que los tentáculos del terrorismo yihadista salen de Bruselas, más especialmente de la comuna -distrito- de Molenbeek, una zona residencial pegada al centro de la capital belga de unos 100.000 habitantes.

Dos de los terroristas de los atentados de París residían allí y son varios los atentados yihadistas ocurridos en el último año y medio que han tenido algún vínculo con este distrito bruselense: desde el terrorista que acabó con la vida de cuatro personas en el Museo Judío de Bruselas en mayo de 2014, hasta el hombre que intentó atentar con un kalashnikov en un tren que hacía la ruta Amsterdam-París (agosto de 2015) o los terroristas de Charlie Hebdo (enero de 2015).

Aunque esta actividad no es reciente. Uno de los terroristas de los atentados del 11M en Madrid (2004) también tuvo su vínculo con el barrio así como los asesinos del comandante afgano Ahmed Shah Massoud, el principal adversario del Talibán en ese país (2001).

Combatientes extranjeros

Este barrio también es uno de los nidos de los llamados combatientes extranjeros (‘foreign fighters’) que viajan desde países occidentales a Irak y Siria para luchar en las filas de distintos grupos, sobre todo del Estado Islámico.

La jefa de la Policía belga, Catherine De Bolle, cifró en 474 los belgas relacionados con la guerra de Siria, de los que unos 200 estarían aún allí, lo que sitúa a este país como el país europeo con mayor proporción de ‘foreign fighters’ en relación con sus 11 millones de habitantes. 

De ellos, “la mayoría son de Molenbeek y de otras partes de Bruselas”, según aseguró el ministro del Interior, Jan Jambon. El propio primer ministro belga, Charles Michel, admitía días atrás que en Molenbeek “hay un problema gigante”. “Siempre hay algún vínculo con este distrito”, añadió Michel.

“Un arma en media hora”

Sin embargo, hay otro factor importante en este suburbio que va mucho más allá del aspecto social y relacional. En este barrio de clase media-baja de unos 100.000 habitantes con “500 o 1000 euros puedes conseguir un arma militar en media hora”, según Bilal Benyaich, un investigador que estudia la expansión del islam radical en Bélgica en el ‘think tank’ Itinera Institute.

Los residentes del barrio, que tiene un 25% de paro y un 40% de paro juvenil, y su propio vicealcalde hablan de “estigmatización”, pero lo cierto es que ese distrito de la capital de Bruselas parece haberse convertido en un auténtico gueto de comunidades de marroquíes y turcos. Así lo ven otros residentes en la ciudad como Pablo Gutiérrez, un joven ingeniero español que vive en el distrito de Watermael-Boitsfort, al sureste de la capital.

El joven explica que, socialmente, la diferencia entre Molenbeek y otros barrios de Bruselas es muy amplia. “Se ve la diferencia con el resto de la ciudad al pasar por allí. Es un gueto absoluto”, sentencia. Este español de 29 años explica que la mayor parte de los belgas culpan de la falta de control de estos terroristas al sistema político del país, que ha llegado a batir 'records' de tiempo sin Gobierno por falta de consenso.

La estructura política belga, que cuenta con un gobierno federal; uno por cada región (Flandes, Valonia, Bruselas capital) y uno por cada comunidad lingüística (comunidad flamenca, francesa y germanófona), dificulta mucho la ejecución de políticas de cualquier tipo, también las antiterroristas. “No se ponen de acuerdo para nada”, explica Gutiérrez, que considera que los belgas tampoco tienen mucha confianza en su sistema policial ya que “en cuanto pasa algo, tienen que sacar al ejército”.  

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