La sorpresa es la única esperanza que le queda a Donald Trump para alzarse con la victoria en las elecciones en Estados Unidos del próximo 8 de noviembre. Era su última oportunidad para remontar el vuelo en las encuestas a poco menos de tres semanas de la contienda final, pero el candidato republicano no aprovechó el tercer y último 'round' de los debates presidenciales y volvió a verse doblegado por su rival. El sondeo de la CNN dio la victoria en el último cara a cara a Hillary Clinton por el 52%, frente al 39% del magnate.
Trump ha dinamitado la campaña electoral con una retahíla de polémicas, escándalos y meteduras de pata que ha dejado atónitos a los estadounidenses y ha dejado profundamente divididos a los republicanos. Sin embargo, el empresario neoyorkino volvió a causar estupefacción en el último debate electoral, celebrado en la Universidad de Nevada, al negarse a reconocer como legítima una victoria de su rival Hillary Clinton en unas “elecciones amañadas”. El último desafío de Trump ha marcado este tercer cara a cara, que le deja aún más lejos del triunfo final. Las últimas encuestas otorgan una victoria clara de la candidata demócrata, que tiene el aval de que ganaría en los estados decisivos. Clinton lo tiene de cara. Con la historia y las estadísticas en la mano, quien gana en los sondeos del mes de octubre, gana las elecciones.
La ventaja de Clinton en las encuestas -siete puntos por delante- le obligaba a Trump a salir más agresivo aún si cabe, aunque para ello traspasara todos los límites. Cuestionar las reglas del juego y poner en duda el sistema democrático del que tanto presumen los estadounidenses le podría conducir definitivamente a una derrota de dimensiones bíblicas. «Lo miraré cuando llegue el momento. Lo dejo así, voy a mantener el suspense«, afirmó Trump al ser preguntado sobre qué hará si pierde en las urnas. Fue demasiado lejos al dejar entrever que podría no aceptar los resultados, ya que EEUU es un país acostumbrado a que el perdedor respalde la decisión del pueblo estadounidense, como en cualquier estado democrático. Clinton se lo recriminó: «Él denigra nuestra democracia. Y yo, por mi parte, estoy aterrada de que un candidato de uno de nuestros dos principales partidos tome esta posición». La aspirante demócrata también salió al paso de las acusaciones de amaño electoral cargando contra su rival: «Lloriqueando antes de que el proceso haya terminado demuestra que no estás preparado para el cargo”.
Trump parece estar empeñado en poner en bandeja la victoria a Clinton, aunque también está dispuesto a morir matando y ahondó en su teoría del amaño. Llegó a afirmar que hay miles de personas que han muerto y figuran en el censo electoral, pero en sus tesis Clinton es la que tiene un especial protagonismo al considerar que no debería haber podido nominarse porque cometió delitos por los que debería estar inhabilitada.
El aspirante republicano volvió a perder los papeles al tachar a Clinton de «mujer desagradable», cuando ésta le reprochó haber eludido impuestos federales durante 18 años. La candidata demócrata también tuvo alguna que otra perla para su oponente y le acusó de ser “la marioneta de Putin», después de que Trump alardeara de haber recibido halagos del presidente ruso.
La polémica también residió en el graderío una vez más, ya que Trump invitó al debate al hermanastro del presidente Barack Obama y a la madre de uno de los fallecidos en el ataque de 2012 al consulado estadounidense en Bengasi (Libia).
Al margen de las polémicas y las tensiones que marcaron el tercer cara a cara, los dos aspirantes a la Casa Blanca debatieron sobre deuda y prestaciones, inmigración, economía, la Corte Suprema de Justicia, los temas internacionales del momento -Siria, las relaciones con Rusia- y la aptitud para ser presidente.
S. Jiménez