Birmania, o Myanmar, según su nombre oficial, es una república parlamentaria del sudeste asiático desde que en 2016, los militares que gobernaban el país desde hacía más de medio siglo, celebraron unas elecciones por medio de las cuales se estableció la democracia con Htin Kyaw, como presidente. La victoria la obtuvo su compañera de partido y Premio Nobel de la Paz, Auung San Suu Kyi, quien no puede gobernar puesto que tiene hijos con pasaporte extranjero. A pesar de ello, es consejera de Estado y presidenta de facto de Birmania.
La lucha de esta mujer por la instauración de la democracia en Birmania ha sido protagonista de multitud de documentales, artículos y obras literarias, debido al valor y al arrojo que siempre mostró por defender los derechos de los ciudadanos birmanos contra una dictadura de lo más opresora.
El asombroso e inexplicable silencio de un icono de la moralidad
Ahora que el ejército nacional está llevando a cabo la quema y el vacío por la fuerza de cerca de 200 pueblos de etnia rohinyá en la región birmana de Rakhine, la más pobre del país, la pacifista no ha tomado cartas en el desastroso asunto, que las Naciones Unidas tratan como una “limpieza étnica de manual”.
De hecho, las pocas declaraciones de la líder han sorprendido a la comunidad internacional, pues se han centrado en acusar de “terroristas” a los miembros del grupo étnico rohinyá, formado por centenares de familias birmanas, que están sufriendo tremendas atrocidades por parte del ejército.
La Premio Nobel de la Paz, Malala Yousfzani, y el Dalai Lama han pedido a San Suu Kyi que medie en el conflicto
Por otro lado, la exdisidente, Auung San Suu Kyi, quien renunció la pasada semana a asistir a una de las reuniones de la ONU para tratar este conflicto, ha anunciado que el próximo día 19 de septiembre, hablará en un discurso televisado.
Las críticas hacia quien defendió la ‘no violencia’ hasta la saciedad no se han hecho esperar. Se ha llegado a solicitar que se le retire el Premio de la Paz, algo imposible, según ha afirmado la organización de dicho galardón.
Mientras se desata el odio contra la dirigente de facto del país, la población rohinyá sigue sufriendo lo que podría considerarse un genocidio, que les ha llevado a intentar una masiva huida hacia el país vecino, Bangladesh, donde se refugian, desde mediados de agosto y tras realizar un tortuoso y peligros camino, más de 380.000 miembros de esta etnia. De ellos, más de la mitad son niños, que en miles de casos han viajado solos, enfrentándose a todo tipo de situaciones de lo más traumáticas, además del peligro de caer en todo tipo de abusos como violencia sexual, trata de humanos, etcétera.
«Estos niños constituyen una preocupación enorme. Necesitan un apoyo extraordinario y ayuda para ser reunidos con sus familiares», explica George Graham, experto de Save The Children, en un comunicado.
Diferentes organizaciones humanitarias denuncian la imposibilidad de atender a todos los refugiados, tanto con alimentos, como el instrumental médico y medicamentos necesarios.
Masacre aprovechada por los extremistas
El conflicto comenzó cuando un grupo de milicianos rohinyá atacó a las fuerzas de seguridad birmanas en Rakhine. La respuesta ha sido de lo más dura y deshumanizada: Violaciones, torturas, quema de poblados y una extremada violencia contra la población civil rohinyá.
El grupo Al- Qaeda ha emitido un comunicado en sus redes sociales, en el que pide «a todos los mujahidin de Bangladesh, India, Pakistán y Filipinas que acudan a Birmania para ayudar a sus hermanos musulmanes». Además, los terroristas han animado a la lucha armada a los musulmanes de la zona.
Por otro lado, Rusia y China no condenan la masacre del pueblo rohinyá y entorpecen con sus críticas las posibles medidas que estudia la ONU. De hecho, el régimen de Pekín ha declarado que apoya a las autoridades birmanas en su esfuerzo por «preservar la estabilidad».
«Creemos que la comunidad internacional debería apoyar los esfuerzos de Myanmar por preservar la estabilidad de su desarrollo nacional», afirmó en una rueda de prensa el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino.
De no producirse un repentino cambio, tanto en la actitud de la líder Aung Saan Suu Kyi, como de los demás actores implicados, la población rohinyá continuará sufriendo una limpieza étnica que pone de manifiesto la debilidad de las instituciones internacionales.
Marta de la Fuente