Las denuncias de Bangladesh, país vecino de Birmania, que se ha visto obligado a acoger a miles de rohinyás y las de las organizaciones humanitarias que intentan ayudar los miembros de dicha etnia, no han sido suficientes para hace entrar en razón a la líder pacifista y presidenta de facto birmana, Aung San Suu Kyi.
Este martes, San Suu Kyi, ha realizado un solemne discurso en el que ha negado la limpieza étnica que está llevando a cabo el ejército nacional contra la etnia musulmana, rohinyá, en el estado birmano de Rakhine.
Según ha dicho, no entiende el porqué del «éxodo de los musulmanes», puesto que tal y como ha afirmado en sus sorprendentes declaraciones, las acciones «antiterroristas», dedicadas a promover «el desarrollo, la paz y la armonía», de las tropas birmanas, se están realizando «con respeto al Estado de Derecho, ejerciendo un máximo autocontrol y evitando los daños colaterales».
La violaciones, abusos, quema de poblados y la extrema violencia a la que se está sometiendo a las miles de familias de la etnia rohinyá en Birmania, no le parecen «un verdadero problema» a quien durante décadas defendió los derechos y libertades del pueblo birmano frente a la dictadura militar que gobernó Birmania durante medio siglo.
«Nosotros también estamos preocupados. Queremos descubrir cuál es el verdadero problema. Queremos confirmar que esas denuncias están basadas en evidencias sólidas antes de adoptar ninguna acción», ha afirmado con semblante muy serio, San Suu Kyi.
Por otro lado, y a pesar de que fuentes del gobierno aceptaron que se había procedido a la quema o desalojo violento del 40% de los poblados rohinyá, San Suu Kyi ha afirmado este martes, que «la mayoría de las aldeas musulmanas están intactas».
Mientras la presidente de facto del país -no gobierna porque la ley birmana prohíbe que presida alguien cuyos hijos no tengan nacionalidad birmana- sigue haciendo 'oídos sordos' a la comunidad internacional, a los ganadores del Premio Nobel de la Paz y a los centenares de ONG´s que reclaman el final de la violencia contra la población rohinyá, las aldeas siguen ardiendo y el éxodo de estos ciudadanos continúa hacia una extrema vulnerabilidad.
Según datos de la ONU, hasta el momento, más de 420.000 personas se han desplazado hacia Bangladesh, buscando refugio.
Marta de la Fuente