domingo, noviembre 24, 2024
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La noche que cambio la historia

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Trotski se ha dirigido a última hora de la tarde a las tropas que protegen al todavía presidente Kerensky. Los soldados deciden ponerse a disposición del Comité Militar Revolucionario. El comandante de la fortaleza de Pedro y Pablo y Kerensky, el centrista que expulsó al Zar, se quedan solos. Es 7 de Noviembre en el calendario gregoriano que ordenaba el mundo, pero la historia le reserva otro mes: es 25 de Octubre, con la mayúscula que da la historia.

Meses de estrategia y días de paciencia. Lenin había diseñado la historia, pero Trostki iba a rematar el momento.

Kerenski había colocado un cinturón alrededor del Palacio de Invierno. El lunes 23, los marineros del Aurora se rebelan. Desde entonces, toda la ciudad sabe que habrá un final, lo que no se sabe es si será dramático.

Solo Lenin no puede ver, no puede escuchar, le gustaría entender. Aislado en su escondite, cerca pero ausente, incluso en la víspera manifiesta su malestar al Comité Central. «Hay que esperar, podríamos perder todo”, le dice Trotski, que espera un paso en falso de Kerenski, que llega a las 6 de la mañana del martes 24: se ataca a a los dos periódicos bolcheviques, Soldat y Fut Rabocij (alternativa al prohibido Pravda).

Trotki es un estratega y sabe que es el momento. Desde el Smolnyi,  un instituto para señoritas, ahora cuartel general, sale un fonograma , la directiva número 1, para todos los regimientos bolcheviques: «El enemigo del pueblo ataca, la defensa de los soviets nos obliga a imponer el orden revolucionario, prepárate para la acción.»

Lenin abandona su refugio, se dirige al Smolnyi y prepara el Congreso de los Soviets de todas las Rusias.  

Trotsky era presidente del Soviet de Pietogrado y quiere al Soviet como instrumento de la Revolución, mientras Lenin siempre pone en el centro el partido – guía. Debates del pasado, que volverán en el futuro, pero este 25 de Octubre son aliados, ven la historia ante ellos y quieren hacerla.

Entre la tarde y la madrugada, los bolcheviques toman el telégrafo y la central telefónica, la estación de ferrocarril y el periódico de la derecha. Nada de asaltos de masas, nada de metralla, pequeñas operaciones y pequeños grupos que toman el control de posiciones estratégicas individuales, en una ocupación casi lógica y militar.

Kerenski ya no tiene la plaza de palacio, los cosacos se han declarado neutrales, al ejercito que combate en el frente de la Primera Guerra no llegan las peticiones de ayuda. Los guardias de palacio piden órdenes: ya no hay órdenes, solo rendición. Sin pegar un tiro, Antonov entra en la sala del Consejo de Ministros, se dirige al primer ministro: “Os declaro bajo arresto en nombre del Comité Revolucionario”.

El Aurora que se ha amotinado por la tarde, transmite la toma del poder y lanza el único cañonazo que se oyó en la revolución.  Lenin duda sobre informar al Congreso de los Soviets. Entonces, entra Trotsky en el Congreso, con Lenin en la primera fila. Los mencheviques se han ido; Lenin y Trotsky se miran: «son la basura de la historia «.

«Ya sabes», confesó Lenin a Trotski después de la persecución, después del exilio, después de ser proscrito, cuando llegó el poder … bien, llega el mareo «. Fuera de esa habitación, además de Smolnyi, más allá de Petersburgo, estaba toda Rusia que estaba entrando en el vértigo de octubre, casi tan largo como el siglo que venía.

Octubre

Cambio el mundo, y el mundo lo conmemora. No hace falta romanticismo ni ignorancia histórica. «Pan, Paz y Tierra» y «Todo el poder para los Soviets». Días de consignas, de esperanza que cambió la historia.

En Octubre de 1917, antes de ir más allá del siglo, los soviets eran pacifismo y autogestión, anticlericalismo y antimilitarismo, la liberación de la moral y la igualdad de género. Libera a Rusia de las guerras imperiales, le da tierras a los campesinos y fábricas a los trabajadores, establece el divorcio por consentimiento mutuo y establece un estado no religioso.

Las banderas que, todavía hoy, buena parte del mundo reclama. Cien años, más de treinta y seis mil quinientas noches después, Lenin, sigue siendo la gorra del obrero sobre un cerebro de intelectual, el abrigo vendedor de la revolución, el exiliado que regresa en un tren blindado, la bandera roja.

Si; también es la Cheka que el mismo Lenin creo, es Beria llenando cárceles, es Stalin ordenando la muerte de Trotski y llenando los gulags, son años que acabaron convirtiendo a la Unión Soviética en una dictadura que ni siquiera las denuncias de Kruchev o los vanos intentos de Gorbachov pudieron renovar,

Vladimir Ilich murió lo suficientemente temprano como para no ser demasiado responsable de estas desviaciones mortales. Como la otra revolución, la de 1789, la magnitud de la ambición de la igualdad devino, a lo largo de todo el mundo, en un montón de libertades que hoy disfrutamos. Un intento colosal fracasado, con legados más que relevantes.

Miguel de la Balsa

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