“Los niños rohingya pertenecen a la minoría más perseguida del mundo. Han sido testigos de un horror y una violencia inimaginables. Han visto violencia y devastación, incluso asesinatos de seres queridos”, asegura Javier Martos, director ejecutivo de UNICEF Comité Español. “Los rohingya viven ahora mismo en una especie de limbo porque ningún país les reconoce. Sus condiciones de vida son muy precarias y además ahora se enfrentan a las consecuencias que puede tener sobre ellos la temporada de huracanes y del monzón. Estaríamos en una ‘emergencia dentro de la emergencia’. El mundo no puede cerrar los ojos a esta tragedia, si lo hace, lo perderán todo”, añade.
Desde finales de agosto, han llegado a Bangladesh 671.000 rohingya, de los que el 54% son niños. Cada día, se necesitan más de 16 millones de litros de agua limpia, y se deben construir o mantener 50.000 letrinas para mejorar el saneamiento y evitar riesgo de enfermedades como la diarrea acuosa aguda, que puede ser mortal para los niños.
Para minimizar las consecuencias de esta doble emergencia, organizaciones humanitarias como Unicef, ya han iniciado algunas acciones para proteger a la población en riego. Se ha puesto en marcha la tercera ronda de una campaña de vacunación contra la difteria, se han construido centros para tratar la diarrea y algunas infraestructuras se han reforzado, clausurado o reubicado para evitar que las inundaciones o los deslizamientos de tierra las afecten. Por ejemplo, el 38% de los centros de aprendizaje se han mejorado y son ahora estructuras semipermanentes, lo cual permitirá la continuidad de los servicios educativos durante la temporada del monzón.
“Tengo miedo de que venga una tormenta que destruya todas las casas y nos pongamos enfermos”, cuenta Yasmin Tara, de 10 años. “Me da miedo que mi tienda pueda salir volando y nos quedemos sin un sitio en el que vivir”.
Además, más de 293.000 personas han recibido información sobre cómo pueden proteger sus hogares y a sí mismos frente a un huracán, y se han preparado suministros de agua y saneamiento como jabón, cloro o tabletas para potabilizar el agua.
Tener agua limpia es clave para la salud de los niños rohingya, pero no siempre es sencillo.
Con las lluvias proliferan las acumulaciones de agua y los mosquitos y con ellos enfermedades que se pueden prevenir con medidas tan sencillas como lavarse la manos.
Además de la preparación para las inclemencias atmosféricas que amenazan a los miembros de esta etnia, el apoyo psicosocial sigue siendo fundamental para poder superar el trauma causado por la violencia que han experimentado.
Marta de la Fuente