El pasado 26 de marzo el diario El País filtró parte del borrador de una carta enviada por el gobierno mexicano al Rey de España.
La carta existe efectivamente, sin embargo era privada hasta que se da a conocer por el diario ¿Qué es lo que se solicita en el mensaje?: la elaboración de una relatoría conjunta entre el Estado Español y el Estado Mexicano referente a la conquista de México y a la Colonia, siempre teniendo en mente la vulneración de los derechos sufrida por los pueblos originarios.
Es claro que lo pedido no es una disculpa del Estado Español hacia el Estado Mexicano, ni hacia México como país, sino hacia los pueblos originarios de México quienes también sufrieron represión por parte del Estado Mexicano durante la época independiente; asunto reconocido por la misiva del Presidente mexicano quien propone una narrativa y una petición de perdón conjunta de ambos estados, con la admisión de sus respectivas responsabilidades, en una síntesis que vaya más allá de los reproches.
Es una solicitud, una propuesta, un llamado al diálogo al Rey de España y el Papa, y no, como diversos comentaristas han tratado de hacerlo ver, una exigencia. Y busca romper con los prejuicios de ida y vuelta entre ambos pueblos, explícitos o soterrados, para comprender la historia. La reacción desproporcionada de los grupos más desmovilizados y conservadores en ambos países. Y en España una presión, además en una coyuntura electoral, sobre el gobierno del PSOE.
Actualizan el debate entre eurocentrismo y descolonización cultural; Desde la primera perspectiva se ve como una conquista nacional la imposición colonial, el dominio sobre otros pueblos, aún cuando carezca de sustento ético. La filtración durante esta coyuntura, más los apremios de la oligarquía y sus apologistas, pesaron en la respuesta oficial del gobierno español.
Lo que han dado en llamar “presentismo” les da el argumento de no juzgar otra época con criterios contemporáneos. Por ejemplo, los derechos humanos.
Cuando aquella oligarquía, cuya conducta genera el orgullo conservador, tuvo que discutir en su momento la base de esos derechos, la mismísima humanidad de los indios, a quienes trataron de clasificar como entes sin alma (según lo expresaban sus justificadores, como Ginés de Sepúlveda, el clérigo enfrentado a Bartolomé de las Casas ante Carlos I de España); para facilitar la extracción de la riqueza con la explotación de los indígenas sin ambages y sin cargos de conciencia por asesinatos de expresiones tan brutales como apedrear o quemar vivos a seres humanos.
Se asumen gestiones como la de Fray las Casas para afirmar que los españoles en la época denunciaron los abusos y atrocidades. Sin considerar que el padre las Casas no era miembro de la oligarquía sino opositor a ella. Representaba un sentir atendido por los Reyes en la letra, mas poco tomado en cuenta por los círculos feudales. De hecho, la disculpa no se pide a la mayoría de los españoles de la época mantenidos, (según nos lo hacen ver las historias críticas referidas al periodo) en la mayor de las miserias, sino para quien se apropió de las riquezas americanas, La Monarquía.
Los atropellos y saqueos fueron propiciados por los señores nucleados alrededor del Estado hispano, centralizado en sus monarcas.
Por ello, se entiende que no es al pueblo español al que se pide emita disculpas conjuntas sino al Estado español, por las atrocidades por acción u omisión de los pasados gobiernos.
En el contexto del Estado nación hay continuidad entre esos gobiernos ibéricos. La oligarquía de nuestros días, tanto en México como en España, es heredera de ese racismo y de ese clasicismo. Más que una polémica acerca de cómo conceptúa una entidad idealizada llamada España a su anterior hegemonía mundial, es una polémica acerca de cómo la perciben y han percibido en específico los grupos dominantes en España y México.
Expresa el gobierno español estar a favor de una respuesta sin ira y constructiva. Esto se puede hacer con el diálogo. Previa a este existe la influencia de las posturas supremacistas, euro céntricas y los sentimientos no procesados, con prejuicios de unos pueblos respecto a otros, que se manifiestan en festejos salidos de tono y en la vida cotidiana.
Es deseable la aclaración de esas posturas con argumentos concretos. Una, que propicie la descolonización cultural al reconocer la presencia histórica de los pueblos originarios como una de las civilizaciones de la humanidad. Una narrativa que abarque aspectos como la polémica entre los humanistas y los anti humanistas; la aceptación por parte de la monarquía de medidas paliativas de los sufrimientos de los pueblos originarios en la teoría; que en la práctica fue omisa respecto a la violación constante de esas disposiciones por parte de los colonizadores; la segregación de gran parte de los habitantes originarios en los denominados pueblos de indios y su trato como menores de edad; la explotación del trabajo indígena en condiciones reales de esclavitud que justificaban con criterios raciales o de castas. Sólo evitaremos que la historia se repita si tenemos una visión de ella sustentada en el perdón y en el acuerdo.
Ariel Maldonado Leza