A Rosa María de la Garza Ramírez conocida como Rossi Orozco, quien maneja la fundación Camino a casa y la organización Casa sobre la roca, ambas asociaciones dedicadas presuntamente al rescate de víctimas de trata, le fue retirado por el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, un departamento valuado en 21 millones ochocientos mil pesos (aproximadamente 1 millón de euros) el pasado 21 de mayo.
Es la primera de un conjunto de propiedades usufructuadas por ella y su pareja Alejandro Lucas Orozco Rubio, cuyo monto podría llegar al equivalente a varios millones de euros.
El hecho, ayuda a explicar cómo se obtenían privilegios merced a la cercanía con el poder presidencial en la época del pasado neoliberalismo.
La Orozco y su marido conocieron al entonces secretario Felipe Calderón en las sesiones organizadas por la fundación Incluyendo México A.C.
Durante su intervención, el secretario utiliza la frase “sería como poner la iglesia en manos de Lutero”. Más tarde el anfitrión le informa la presencia en el foro de protestantes y él ofrece cumplidas disculpas.
Ahí nació una relación de cenas íntimas y juegos de golf que proporcionaría al matrimonio: empleos en la alta burocracia, puestos y candidaturas de elección popular y acceso al dinero público destinado a las organizaciones bajo su control.
La trata de personas, es un problema cuyas dimensiones y complejidad sólo pueden ser enfrentadas a través de la acción del Estado. Dejarla en manos de asociaciones privadas ha sido un lastre que impide combatirla. Sin embargo, el neoliberalismo con su machacante reducción de lo público, abandonó espacios de atención social. Éstos fueron rápidamente ocupados por organizaciones de limosna quienes por una parte sirven a la oligarquía para distraer el cumplimiento de las cargas fiscales, por medio de quienes tienen a cargo, medran el presupuesto de los programas sociales y deciden en los órganos del Estado, donde participan como representantes de la ciudadanía.
Ostentando este carácter ciudadano, encubren fundamentalismos religiosos y sobre todo, un pernicioso desdén por el control de los recursos escaqueados a los impuestos y el dinero de todos que les fue asignado gracias a la cercanía con el poder.
La Cuarta Transformación, representa no sólo la posibilidad de recuperar para el Pueblo los bienes y los dineros destinados a ese tipo de asociaciones y el ejercicio de una política fiscal responsable que obligue a la oligarquía a cumplir, como hacemos todos, con el pago de impuestos. Sino también, recuperar la presencia del Estado en áreas sociales que había abandonado, compartir las decisiones del poder público y someterlo a la estricta observancia de la austeridad republicana.
Este empoderamiento popular evitará que las auto proclamadas organizaciones civiles se arroguen el derecho de hablar en nombre de la ciudadanía sin haber pasado por un proceso electoral, y ya de una vez, el rediseño de los espacios burocráticos donde continúan ocupando sillones heredados de las relaciones personales que guardaban con el antiguo régimen y desde donde aún ejercen presión para conservar sus privilegios.
Ariel Maldonado Leza