«La irrupción de China, que quiere ser el primer actor en la transformación tecnológica y trae un modelo económico totalmente diferente, ha desencajado nuestra realidad», sostiene García, economista jefe para Asia Pacífico del banco de inversión francés Natixis e investigadora senior asociada del Real Instituto Elcano.
La también investigadora del «think tank» (centro de reflexión independiente) belga Bruegel ha defendido esta semana en un foro sobre los grandes retos europeos organizado por Natixis que una prueba de ese «desencaje» es que instituciones tan «veneradas» como la Organización Mundial del Comercio (OMC) se está «desquebrajando» a causa de China.
Otra vertiente de esa irrupción se refleja en que China -con un modelo social, educativo y estatal diferente al de Occidente- es uno de los grandes inversores mundiales, fundamentalmente en el mundo desarrollado, «aunque a veces parezca que sólo invierte en África», sostiene García, que apunta que en 2018 el 70 % de sus adquisiciones fue en Europa.
Para la también profesora en la City University de Hong Kong y en el China-Europe International Business School, no hay duda de que China va a ser un factor clave en la conocida como cuarta revolución industrial, porque «entiende el cambio» que supone la llegada de la tecnología 5G y tiene ante sí «el abismo que supone dejar de crecer» económicamente.
«China va a hacer todo lo posible, absolutamente todo, en lo político y en lo social para llegar a ser una primera economía antes de que sea demasiado tarde, porque nadie les puede parar en algo que significa para ellos vida o muerte», asegura García.
La guerra tecnológica desatada entre EEUU y China se debe, en su opinión, a que «cuando uno no anda sino que corre, se puede caer, y China ha caído y ha despertado al ‘hegemón’ (líder supremo, en referencia a EEUU) antes de tiempo»
Para Elena Pisonero, presidenta de Hispasat y consejera también de Bruegel (presidido por Jean-Claude Trichet), la arrogancia del mundo desarrollado ha impedido ver llegar a China y de pronto «nos hemos asustado cuando en lugar de fabricar los juguetes de nuestros hijos, están fabricando las redes sobre las que van nuestros negocios».
«Hemos estado atocinados los últimos veinte años, hasta que China ha despertado al ‘hegemón'», añade Pisonero, que ante la evidencia de que «éste al que he criado a mis pechos resulta que ahora me reta», la estrategia de Donald Trump es «conmigo o contra mí», mientras que Europa «debería ponerse las pilas» y diseñar su propia respuesta.
En ese sentido, la también miembro del Consejo Científico del Real Instituto Elcano y ex secretaria de Estado de Comercio, Turismo y Pymes apuesta porque Europa «construya sobre lo que somos buenos», reinvente su democracia y se apoye en su capacidad para gestionar sociedades y establecer alianzas.
«No podemos estar al arbitrio de lo que ocurra con los brazos cruzados», afirma la exdiputada y socia de KPMG, en referencia a la petición de la propia Huawei y de las operadoras europeas de que Bruselas se posicione cuanto antes en el conflicto entre ambas potencias.
Ambas economistas abogan por atraer a profesionales chinos para que trabajen en Europa y tender puentes sobre un nuevo contrato social y una manera de entender el mundo acorde al siglo XXI, siendo fieles a los principios básicos europeos.
«Tenemos que ser mucho más sutiles (…), más audaces, atraer a jóvenes, élites y profesionales chinos descontentos en su país y solucionar el problema que tenemos las empresas europeas de atraer talento», defiende Pisonero.
Para García -que añade que hay que ser «sofisticados» y para eso, «nadie mejor que los europeos»- uno de los problemas es el temor que aún tiene Europa a que «si abrimos las puertas (a los profesionales chinos), la demanda va a ser enrome». En su opinión, «tenemos que tener más chinos en nuestras empresas» y «entender que además de venderte chuches, un chino puede ser tu jefe».
«Europa está en una posición ideal: tenemos los mejores activos, profesionales y productividad, pero no nos queremos enterar», sostiene Pisonero, exembajadora de España ante la OCDE, contraria a la confrontación elegida por Trump, porque, entre otros motivos, «a nadie nos interesa que a China le vaya mal».
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