Una estatua de madera que se conserva de Pachacámac, uno de los principales dioses del Imperio Inca y de las culturas prehispánicas tenía colorantes agregados, incluido el rojo, el blanco y el amarillo.
A Pachacámac en la mitología incaica y preinca se le atribuía la creación del universo y se le asociaba con los terremotos.
Según varios relatos de la conquista del Perú, el español Francisco Pizarro de común acuerdo con líderes incas ordenó a su hermano Hernando ir al sitio sagrado de la adoración para destruir la figura.
No obstante, en el centro ceremonial dedicado a este dios, y que se ubica a unos 40 kilómetros al sureste la capital peruana (Lima), los arqueólogos hallaron en 1938 una estatua tallada en madera que representaba a esta divinidad, y con manchas de color rojo que se presumía correspondían a restos de sangre producto de sacrificios humanos.
Un grupo internacional de investigadores, incluidos franceses de las universidades de Sorbona y de Perpignan, junto con los arqueólogos del Museo del Sitio de Pachacámac se han volcado a analizar la pigmentación de esta estatua, elaborada hace unos 1,300 años, y otras piezas.
Los investigadores encontraron que los rastros de color rojo corresponde a pigmentos de sulfuro de mercurio conocido, como cinabrio (o cinabarita), que se conoce en los Andes desde hace unos 2,000 años.
Este compuesto se halla en zonas que están hasta a unos 400 kilómetros del sitio de culto a Pachacámac y los investigadores creen que el color fue agregado como una muestra de poder político y económico, al poder transportar el pigmento desde lejanas distancias.
Igualmente, los científicos encontraron rastros de color blanco que estiman fue agregado de manera intencional en los dientes, así como restos de color amarillo en algunos tocados de la cabeza, según el informe que se publicó en la revista científica Plos One.
Los análisis de carbono 14, realizados por primera vez a la estatua, revelaron que fue elaborada cerca del año 731, es decir unos 700 años antes del florecimiento del Imperio Inca, agrega el informe.
«Esto confirma que el sitio del Pachacámac tenía ya una importancia ritual antes de que los Incas llegaran», y constituía un lugar importante de peregrinación, «al punto de incluir un oráculo para consulta del mismo emperador», se lee en el estudio.
Los análisis sobre la estatua del dios Inca forman parte de un estudio más amplio del sitio arqueológico, que busca “un mejor entendimiento de los materiales, las prácticas y el conocimiento relacionados con el color en los Andes durante el período prehispánico”
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