Tejasvi Duseja ya no puede más: la última vez que este marinero indio tocó tierra firme fue hace cinco meses. La culpa es del nuevo coronavirus que, al impedir la rotación de las tripulaciones, condena a más de 200 000 marineros a un interminable confinamiento en todos los océanos del planeta.
Todos ellos, sean ingenieros en los cargueros, camareros en los cruceros de lujo o cocineros en los ferries, esperan desde hace meses volver a sus países.
Viven una situación que la ONU presenta como una crisis humanitaria que se agrava y que habría provocado ya varios suicidios.
Muchos han quedado atrapados en el barco en el que trabajaban porque las restricciones en las fronteras impiden la llegada de personal para sustituirles.
«Psicológicamente, ya no aguanto más, pero debo ser fuerte porque no me queda otra opción» explicaba en junio a la AFP Duseja, via WhatsApp, desde el carguero indio en el que trabaja, ahora en aguas de Malasia.
«La última vez que bajé de este barco de 200 metros fue en febrero» explica.
Duseja, uno de los 30 000 marineros indios atrapados en un barco, había prolongado su contrato algunos meses antes de que la pandemia se propagara.
«Héroes olvidados»
Los marineros trabajan generalmente entre seis y ocho meses antes de ser remplazados y de volver en avión a sus países. La COVID-19 ha perturbado esta mecánica al sembrar el caos en los viajes internacionales.
«Hay actualmente más de 200 000 marineros atrapados en el mar y que ya han superado el plazo de sus contratos» indicó recientemente Guy Platten, secretario general de la Cámara Internacional de Marina Mercante (ICS).
«Estos héroes olvidados del comercio mundial trabajan 12 horas diarias y siete días por semana para abastecernos en comida, medicamentos y carburante, en estas horas difíciles» agrega.
La situación es de tal gravedad que una decena de países prometieron en julio, durante la cumbre marítima internacional en Gran Bretaña, reconocer la profesión como «esencial» para permitir a estos empleados marítimos volver a sus casas.
Cherokee Capajo, un filipino de 31 años, técnico en un crucero de lujo, permaneció meses en el mar, dada la imposibilidad de desembarcar debido a las restricciones impuestas por el coronavirus
Apenas había oído hablar del COVID-19 cuando subió a bordo del «Carnival Ecstasy», en enero en Florida. No tuvo que esperar mucho tiempo antes de que varios barcos de la compañía Carnival quedaran inmovilizados debido a la presencia del virus a bordo.»La peor experiencia marítima»
Los pasajeros del «Ecstasy» desembarcaron en el puerto estadounidense de Jacksonville el 14 de marzo, pero Cherokee Capajo y sus colegas se vieron obligados a permanecer a bordo durante siete semanas.
El 2 de mayo el barco zarpó hacia Bahamas donde sus 1.200 tripulantes fueron transferidos a otro navío, que los llevó a Yakarta y luego a Manila, donde llegaron el 29 de junio.
Al desembarcar lo único que Capajo deseaba era «besar tierra firme».
«Quizá fuera ésta mi peor experiencia marítima» aseguraba esta semana a la AFP vía Messenger, mientras era sometido a una segunda cuarentena, cerca de la ciudad donde reside, en el centro de Filipinas.
Cerca de una cuarta parte de los marineros son filipinos. Según las autoridades filipinas, unos 80 000 están actualmente atrapados en el mar.
Un filipino murió en mayo tras haberse automutilado a bordo del «Scarlet Lady», fondeado frente a las costas de Florida, según los guardacostas de Estados Unidos.
Los armadores han expresado su preocupación en una carta al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en la cual escribían el mes pasado que algunos marinos estaban atrapados en sus navíos desde hace 15 meses, cuando la convención marítima limita a 12 meses la duración de los embarques.
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