Hace un año que la máxima autoridad de la segunda gran ciudad de Portugal, el alcalde de Oporto, Rui Moreira, lanzó la idea de avanzar en esa integración y crear un «Iberolux» y hoy en día la estela del movimiento de cohesión peninsular la siguen ciudadanos y empresas de la Raya y asociaciones socioculturales como la Sociedad Iberista.
Esta semana esa asociación sin ánimo de lucro, cuya finalidad es dar alas al iberismo, ha llamado a las puertas del Parlamento Europeo para presentar un proyecto al Premio Carlomagno de la Juventud con el que pretende impulsar el conocimiento de Portugal en España mediante un premio para los estudiantes de la lengua portuguesa.
Además de las iniciativas de cooperación cultural, la Sociedad Iberista ha reclamado una alianza estratégica entre España y Portugal, al igual que las que existen en el contexto europeo entre los países del Benelux, los del Consejo Nórdico, el Visegrado o, de forma bilateral, en el consejo de ministros conjunto francoalemán.
El coordinador general de la asociación, Adrián Gebé, ha admitido a Efe que actualmente la unión política entre España y Portugal es «inviable» pero sí se puede avanzar a través de órganos conjuntos como una agencia ibérica del agua o una estrategia unificada de lucha contra el cambio climático.
También se pueden establecer sinergias en infraestructuras, mejorar la coordinación entre fuerzas de seguridad o establecer cauces de colaboración del sistema sanitaria, lo que habría ayudado, por ejemplo, cuando a finales de enero la sanidad portuguesa se vio desbordada por los ingresos de enfermos de la covid-19.
Una buena base para avanzar en el eje ibérico pasaría por renovar el Tratado de Amistad y Cooperación entre España y Portugal, que data de 1977 y requiere un nuevo impulso en el contexto de la Unión Europea, según ha planteado la Sociedad Iberista.
La doctrina que propugna una mayor relación sociopolítica entre ambos países encuentra especial arraigo en el territorio de la raya hispanolusa, donde las relaciones en el día a día de vecinos de uno y otro lado han llegado a invisibilizar una frontera que hace tres semanas recuperó por segunda vez su razón de ser por culpa de la pandemia.
En la reserva de la biosfera transfronteriza más grande de Europa, un barco turístico surca desde hace 26 años las aguas internacionales de los Arribes del Duero.
Su promotor, David Salvador, sabe bien lo que es tener que lidiar con una doble legislación para desarrollar en una frontera fluvial su proyecto turístico y de investigación medioambiental.
De hecho, durante el primer cierre fronterizo se las tuvo que ingeniar para abrir un segundo embarcadero en territorio español, ya que aunque la mayor parte de los turistas del barco procedían de este lado de la frontera el muelle lo tenía en la otra orilla del río, en la localidad lusa de Miranda do Douro.
Salvador, que a mediados de diciembre atracó por última vez su barco y no reanudará los cruceros hasta dentro de un mes a causa de la covid-19, ha defendido el iberismo desde el pragmatismo que le da trabajar en la frontera y ver que «la gente en el día a día está fusionada por completo».
Otro ejemplo rayano es el de Rihonor de Castilla, un pueblo zamorano que comparte su casco urbano con el Rio de Onor portugués.
El centenar de vecinos, divididos entre ambos países, no sabe de fronteras, ya que la mayoría tiene fincas a un lado de la raya y vive al otro, ha explicado a Efe una de sus vecinas, Carmen Prieto.
Por ello, el cierre entre España y Portugal les plantea un gran problema, ya que el paso entre estas localidades está abierto de 10 a 12 horas los miércoles y sábados y «en dos horas no te da tiempo a nada», ha expuesto.
Como solución, la Sociedad Iberista ha pedido que se dote al Rihonor español y al Rio de Onor de Portugal del estatus de eurociudad por el que ya comparten recursos otros municipios de ambos países ligados históricamente, como Verín con Chaves, Badajoz con Elvas y Campo Maior o Ayamonte con Vila Real de Santo António y Castro Marim.
S.L.P.