A principios del siglo XVIII proclamó su independiente Afganistán bajo un régimen monárquico que se mantuvo hasta 1973, cuando se estableció la República de Afganistán. La inestabilidad tribal predominante históricamente en tierras afganas dio por amortizado el periodo en el año 1978, cuando se estableció la República Democrática de Afganistán.
Pero la paz no duró un solo día, y mientras la Unión Soviética apoyaba al vigente gobierno, los Estados Unidos, de la mano con Arabia Saudí y Pakistán, dieron inicio a la “Operación Ciclón”, un programa de la CIA para reclutar islamistas fundamentalistas, así como apoyar la creación de grupos de presión en Afganistán con el objetivo de devolver el poder al islamismo y restar fuerza a la URSS.
Entre los entrenamientos selectivos que los EEUU realizaron en tierras afganas se sopesa el adiestramiento de personajes que pasaron a la historia por acciones posteriores, como Osama Bin Laden.
La cruenta guerra desgastó a los Soviéticos quienes comenzaron la retirada de las tropas el 15 de mayo de 1988 y finalizó el 15 de febrero de 1989, aunque el Gobierno de la República Democrática de Afganistán prosiguió defendiendo su mandato tres años más, cuando los grupos terroristas talibanes, con el apoyo incondicional de los Estados Unidos, aúpan a los muyahidines para hacerse con el gobierno.
Así en 1992 se crea el Emirato Islámico de Afganistán a través de los Acuerdos de Peshawar, el cual supuso otro borrón en la gestión “yanqui”, ya que las luchas internas propiciaron que en el año 1996 el movimiento talibán (bajo el manto de las fuerzas árabes de Osama Bin Laden, y con la protección de Arabia Saudí) se hicieran con el control de Kabul.
Desde entonces la historia es más conocida, y tras los atentados de Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, perpetrados por militantes de Al-Qaeda dirigidos presumiblemente por el mismo hombre que los Estados Unidos entrenaron para su lucha contra los soviéticos, el país volvió a verse envuelto en una guerra, esta vez encabezada por la OTAN, bajo el dominio de estadounidenses y británicos denominada “Operación Libertad Duradera”.
Tras la caída de Kabul en el año 2001, y el desgobierno durante lo más cruento del nuevo conflicto armado, alcanzamos el año 2004 cuando las fuerzas invasoras proclaman la República Islámica de Afganistán, quienes gobernaron la mayor parte de la región entre 2004 y 2021.
Tras veinte años de supuesta estabilización del país por parte de las fuerzas internacionales, el 16 de agosto del 2021, el mulá Baradar Akhund, jefe de la oficina política de los insurgentes en Catar, declaró el fin de la guerra de Afganistán con la victoria de los talibanes, un logro inesperado por su rapidez y que se completó con la huida del presidente, Ashraf Ghani, y la toma de Kabul mientras los diplomáticos internacionales eran escoltados por 6.000 soldados estadounidenses para abandonar el país.
20 años de ocupación que no han enseñado a los estadounidenses ni tan siquiera a conocer el significado del sufijo –stan significa “tierra”, por ende, Afganistán significa la tierra de los afganos; una definición que les lleva marcando desde antes de la proclamación de su independencia, con fuertes raíces tribales que no se asientan en las grandes urbes, sino en los territorios que nunca llegaron a controlar ni política ni militarmente los estadounidenses.
Las grandes cuestiones que pronto se resolverá son: ¿qué significa la retirada estadounidense para las mujeres? ¿Qué represalias les espera a quienes han colaborado/trabajado con el gobierno ahora derrocado? ¿Cuál será el futuro para las minorías en Afganistán?
Afganistán es solo el último eslabón de una cadena de fracasos de EEUU en sus intentos intervencionistas para estabilizar a su favor zonas en conflicto. ¿Cuál será el siguiente destino?
Miguel Rodero