El Metro de Santiago reabrió las puertas de todas sus estaciones este viernes, casi un año después de los ataques incendiarios de octubre pasado, que dieron inicio a las mayores protestas sociales en Chile desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
La imagen de varias estaciones en llamas la noche del 18 de octubre se convirtió en la representación del descontento, tras una semana de llamados de estudiantes secundarios a evadir el pago del pasaje en protesta por un aumento en las tarifas.
Tras ese primer estallido, la crisis social fue creciendo y sumió al país en semanas de violentas manifestaciones callejeras.
Ciento dieciocho de las 136 estaciones del Metro de Santiago, que recorre 26 comunas a lo largo de 140 km de extensión, fueron incendiadas o vandalizadas. Al menos siete de ellas resultaron completamente destruidas tras ataques con bombas incendiarias y después de que manifestantes arrancaran boleterías, torniquetes y escaleras mecánicas. Diez trenes también fueron dañados.
«El proceso de reconstrucción de las estaciones duró cerca de 11 meses y requirió una inversión final de 255 millones de dólares y un esfuerzo muy intenso de los trabajadores, bajo condiciones adversas debido a la pandemia», explicó a la AFP Louis de Grange, presidente del Metro, al reabrir este viernes las últimas dos estaciones que permanecían cerradas: «Protectora de la Infancia» y «Trinidad».
En estas dos estaciones se reconstruyeron las boleterías, los recintos técnicos y las salas administrativas, ahora con material blindado y revestimientos no combustibles.
«Este enorme esfuerzo valió la pena, porque el Metro es la columna vertebral de nuestro sistema de transporte público», dijo el presidente Sebastián Piñera al anunciar hace dos días la reapertura de las últimas dos estaciones.
Para los usuarios, la vuelta completa de operaciones del ferrocarril metropolitano es un alivio en una ciudad en la que viven más de 7,1 millones de personas.
«El Metro nos facilita mucho. Es un gran aporte», dijo Berta, un ama de casa de 54 años, que este viernes transitaba por la estación Plaza de Maipú.
«No estoy de acuerdo con la violencia, pero sí estoy de acuerdo en que la gente debe ser escuchada», añadió respecto a las protestas sociales en su país.
Igual postura mostró Darling González, otra usuaria del Metro, de 29 años. «Se tuvo que llegar al extremo de la destrucción para poder ser un poco escuchados».
Que el sufrimiento no sea en vano
El proceso de reconstrucción de la red, que tardó 45 años en levantarse, incluyó la mejora de los estándares de seguridad, con el reforzamiento de los accesos con portones especiales y la incorporación de un segundo anillo de seguridad con cortinas metálicas; cámaras de vigilancia y la instalación de materiales no inflamables, para evitar ser blanco de nuevos ataques.
«Durante todos estos meses en que las estaciones de Metro estuvieron cerradas, las principales víctimas fueron los usuarios y vecinos de comunas pobres, alejadas y con mala conectividad, que lo pasaron muy mal por bastante tiempo» dijo el presidente de la institución.
«Esperamos que ese sufrimiento no sea en vano y que el esfuerzo de Metro de devolverles las estaciones tampoco sea en vano y que todos juntos cuidemos el Metro de Santiago», añadió.
A poco de cumplirse un año, la justicia aún no aclara quién o quiénes quemaron el Metro de Santiago.
El gobierno lo atribuyó desde un principio a «grupos criminales organizados», pero hasta ahora la investigación judicial ha logrado detener sólo a un puñado de personas, algunos pertenecientes a grupos de barras bravas, pero sin mayor vínculo entre ellos, quienes han relatado que actuaron movidos por la efervescencia social.
Estrella Digital