La banda terrorista ETA ha vuelto a las andadas y hecho estallar un coche bomba en el Campus de la Universidad de Navarra, causando heridas a 28 personas, graves daños materiales y provocando el pánico y desconcierto entre los estudiantes y profesores, con un atentado que, como ha dicho el ministro de Interior, Rubalcaba, podía haber provocado una masacre. En realidad, ETA no sabe hacer otra cosa que matar y aterrorizar y, además, sabe que eso para ellos y cualquier otro criminal es bastante fácil dentro de una sociedad pacífica y democrática como la española. Al menos, hasta que las Fuerzas Seguridad asesten un golpe definitivo a esta organización de delincuentes que pretende disfrazar su sangrienta actividad de activismo político, y que sigue recibiendo un cierto amparo de partidos que todavía se dicen democráticos, como PNV, EA, Aralar, ERC, BNG, NBAI, y todos los que continúan hablando del presunto «conflicto político» del País Vasco y de Navarra, cuando en realidad de lo que hay que hablar es del problema criminal.
Y mientras estos partidos y sus dirigentes no corten por lo sano su relación con ETA y su llamado entorno político y social, que son la misma cosa, será muy difícil que la unidad democrática y social frente al terror se convierta en una definitiva realidad que permita su aislamiento. Y está muy bien que el PSOE y el Gobierno de Zapatero hayan rectificado su empeño fracasado de una negociación política con ETA, que tan largas alas dio a esta banda en España y fuera de nuestro país. Pero esta rectificación política debe llegar de manera explícita al Congreso de los Diputados, donde todavía no se ha revocado el mandato de negociación con ETA que el Parlamento le dio a Zapatero meses atrás, para sustituir ese acuerdo por otro que disponga lo contrario: la negativa a cualquier negociación o diálogo, que no pase por la previa rendición de ETA y la entrega de las armas.
Y en lo que concierne a Navarra tenemos que lamentar los devaneos del presidente de UPN, Miguel Sanz, con los que no hace mucho negociaban con ETA la unión de Navarra al País Vasco, al tiempo que violaba los que eran sus pactos políticos con el PP a cambio de su permanencia en el poder y de unas monedas de los Presupuestos del Estado, cuando aún estaban y están calientes las bochornosas negociaciones de Loyola entre el PSOE, el PNV y Batasuna. Negociaciones donde Navarra era moneda de cambio de ese disparate que, tras fracasar, ha vuelto a mostrar el verdadero rostro de ETA y de quienes no han dudado en jalear un pretendido discurso de «paz», otro vocablo tan infame como el del «conflicto».
Si los votos de UNP en los Presupuestos hubieran sido definitivos para su aprobación a lo mejor se hubiera entendido que los de UPN, con Sanz a la cabeza, hubieran apoyado a Zapatero en clara respuesta a la abstención del PSOE en Navarra que a ellos les permite gobernar. Pero el hecho de que los votos o la abstención de UPN en los Presupuestos del Estado no sirviera para nada demostraba que Zapatero lo único que pretendía era romper los pactos del partido navarro con el PP y abrir una crisis de estabilidad y de identidad en UPN y nada más. Porque imaginar una coalición entre N-Bai y el PSOE hubiera sido tanto como avalar los planes de Loyola con el PNV y Batasuna. Algo que tras el atentado de ayer en Navarra se hace todavía más imposible, por más condenas de ocasión que emitan desde N-Bai o desde el PNV. Partido, el PNV, que continúa con sus desafíos al Estado de Derecho y a la legalidad, como lo hemos visto en su reciente intentona de referéndum de autodeterminación.
De manera que, cuando pase la emoción del atentado, mucho nos tememos que los nacionalistas independentistas volverán a lo de siempre, o como poco a su calculada y perversa ambigüedad que tanto favorece a ETA y que impide la verdadera articulación de un frente democrático y social contra el terror sangriento y despiadado como el que ayer sembraron en el campus de la Universidad de Navarra, católica y confesional, lo que demuestra que nadie está fuera de sus objetivos criminales y que deja a los prelados y a los religiosos que son condescendientes con ETA frente a su propia y grave responsabilidad.
Pablo Sebastián