sábado, noviembre 23, 2024
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El PP y la Reina

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Empezaré por decir que la noticia de las opiniones de la Reina en el último libro de Pilar Urbano me parecieron increíbles. No tanto por su contenido, aunque en algún caso también, sino por el hecho mismo de que Doña Sofía opinara sobre esto y aquello, sobre asuntos debatidos en la sociedad española, tratados y votados en el Parlamento, sobre política internacional, etc. Incluso las referencias a los presidentes del Gobierno, por muy descriptivas que quisiesen ser, me resultaban sorprendentes. Ante un comunicado de la Casa Real que, sin concretar, vincula algunos de estos pareceres al ámbito de conversaciones privadas y otros a determinadas inexactitudes, la autora del libro ha dicho, como se sabe, que envió el original a la Zarzuela y recibió la conformidad de los colaboradores de la Reina. Que cada cual crea la versión que desee -o que opte entre una versión y la falta de ella-, pero de lo que no parece haber duda es que el comunicado oficial revela que la incredulidad y la sorpresa estaban justificadas. Alguien había atravesado una línea inconveniente. O de modo inconveniente.

En el maremágnum posterior (que tiene entre otros males convertir el contenido del libro, es decir, las opiniones de la Reina con sus inexactitudes y la indiscreción correspondiente en materia del periodismo más basura del firmamento), se ha montado una polémica también pasmosa en torno a unas declaraciones del portavoz del PP, Esteban González Pons. Aquí escribo «montado» porque, sin sorpresa ni incredulidad, la polémica me parece un montaje. Al fin y al cabo, salvo la desafortunada imagen de la bandera -que es un pretendido ejercicio de ingenio cuando no hacía falta-, su parecer sobre la neutralidad de los monarcas en determinadas cuestiones que están sometidas al debate social y a la discusión parlamentaria es de una corrección más que sobresaliente. No habría habido sorpresa ni comunicado de la Casa Real si no fuese así y, si fuese de otro modo, se habría echado de menos el silencio en estos últimos decenios, el silencio que tanto se ha ponderado y explicado a los que no han entendido el papel constitucional de la Corona al que la propia Reina hace referencia en el texto del libro.

Pero el libro o, mejor, la formulación de estas opiniones, ha producido el resquemor de quienes han decidido permanecer silenciosos a izquierda y derecha. El turno, el del consiguiente montaje, le ha tocado a González Pons. De un lado, su antecesor, que tanto bien hizo al PSOE con sus espasmódicas declaraciones, dice ahora que lo del diputado valenciano es «intolerable», como si tuviera que cargar el adversario político, que es lo que es uno para otro, con el hecho ajeno a su papel de que atravesar la línea de lo inconveniente sea para algunos intolerable. De otro, ya rizando el rizo, el PSOE pide a Mariano Rajoy que desautorice al portavoz, como si tuviera que cargar el adversario político, que también lo son, con el hecho ajeno a su responsabilidad de que el PSOE deseara ahora que alguien desautorizara algunas de las más llamativas opiniones vertidas en el libro.

Si a la incredulidad añadimos la sorpresa y si, después de repuestos de ambos, añadimos la hipocresía, reconozcamos al menos que la neutralidad y el silencio de la Corona son más que convenientes. Porque de otro modo habría que pedir a la Casa Real que nos aclarara que lo dicho por González Pons no resulta ofensivo.

Germán Yanke

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