El final de año es tiempo de elecciones a las presidencias de las federaciones. La primera importante en resolver la cuestión ha sido la de Fútbol, en la que Ángel María Villar no ha encontrado oposición. Quienes pretendían derrocarle eran gentes de tres al cuarto. No tenían peso específico en el fútbol y era lógico que ni siquiera pudieran encontrar un candidato con mínimas posibilidades de ganar.
Es natural que haya voces que se alcen indignadas contra Villar. Su política no es plausible y de ahí que se gane, de vez en cuando, algunos arreones. Al margen de las condiciones del renovado presidente de la Federación, convendría entrar, sin salir del fútbol, en quienes manejan actualmente la Liga de Fútbol Profesional.
José Luis Astiazarán fue elegido para presidir la Liga después de su funesta gestión al frente de la Real Sociedad. A su lado tiene un par de aspirantes a cualquier cosa, cuyo historial no es precisamente brillante. Javier Tebas y Óscar Fle han conseguido alcanzar la mayor de las metas a que podían aspirar y desde las mismas han intentado desbancar a Villar. Eran muy poca cosa para cargarse a quien ha sabido repartir prebendas y favores para contar con la aplastante mayoría de los votos de la asamblea que lo ha vuelto a elegir.
Villar, ex jugador del Athletic Club, no parece que tenga la cabeza de Churchill y tampoco tuvo en San Mamés la de Zarra, que fueron las dos más importantes de Europa en su momento. No obstante, sin verbo fluido, sin discursos que encandilen, cuenta con el apoyo de dirigentes con peso en el fútbol nacional, como son los presidentes de los clubes más importantes.
La democracia obliga a respetar los resultados de las urnas, y en este caso, como en otros, hay que aceptar la continuidad de Villar. Las gentes del fútbol lo han querido.
Julián García Candau