El espectáculo de la política es, si no sorprende, llamativo pero, a pesar de todo, me ha llamado la atención la reacción de la presidenta regional madrileña tras encontrarse con el tiroteo y el ataque terrorista en Bombay.
En primer lugar, el hecho de que volviera a Madrid dejando allí a toda la delegación, salvo algunos fieles. Un gesto paradójico, sin duda, que no atempera la afirmación de que el peor momento fue cuando iba para el aeropuerto ni tampoco la declaración de lo que iba a hacer nada más llegar: tratar de dormir un poco.
En segundo término, segundo hecho reseñable, entre el aterrizaje y el descanso, la presidenta de Madrid da ¡una rueda de prensa! rodeada de buena parte de su Gobierno, como si hubiese sido la protagonista de los atentados y la comparecencia precisara de todo el formalismo protocolario: sede del Gobierno, consejeros, asesores, empleados. Una cosa es celebrar la buena suerte de Esperanza Aguirre y otra convertirla en cuestión de Gobierno.
Pero aún hay más, porque -tercero- en esa comparecencia, además de las anécdotas y los buenos deseos para los que había dejado en la India (algunos pasaron toda la noche a la espera, fuera del hotel, mientras ella viajaba de vuelta), faltó la reflexión seria que yo esperaba de una política de su importancia acerca de la violencia terrorista, de lo que suponen esos ataques islamistas precisamente en India, de los peligros para la estabilidad y el asentamiento de las democracias, etc. La reflexión podía haberse extendido, por ejemplo, a las amenazas talibanes a España por la presencia de nuestras tropas en Afganistán ya que se convocaba una comparecencia ante la prensa con tanta urgencia, del aeropuerto a los micrófonos, y no se trataba de una periodista o la vecina que te cuenta con mucha prosopopeya su última aventura viajera.
Aunque hablando de periodistas, me acuerdo ahora de uno famoso al que sorprendió en Jerusalén la Guerra de los Seis Días, lo que contaba como demostración de que su experiencia profesional era grande y variada. «¿Y qué hiciste?». «Marcharme de allí, claro, ¡era una guerra!». Pues eso, un cierto periodismo auspiciado ahora por el presupuesto público.
Germán Yanke