El pasado jueves se publicaba el segundo artículo de una miniserie de tres sobre las actitudes en torno a la crisis económica, que empezamos por varios premios Nobel, entrando ya en el territorio de los gurúes, dejando constancia ya de algunas ideas de Greenspan, Soros y Nassim Taleb. Así pues, hoy nos referiremos a algunos otros gurúes, empezando ya por el Prof. Richard Dale, quien en una carta escrita al Financial Times, y publicada el 19 de septiembre del 2008, manifestaba que resulta fútil culpar a los banqueros de la crisis.
La razón de esa futilidad es que, como todo el mundo sabe, cuando a los banqueros se les deja a su libre albedrío, ineluctablemente tienden a entrar en áreas de negocios cada vez más arriesgadas. Sobre todo cuando las autoridades, razonablemente, no saben o no quieren frenarlos. Y a ese respecto, el propio Richard Dale recuerda, en su libro International Banking Deregulation: The Great Banking Experiment (1993), que él mismo se pronunció con toda claridad sobre el creciente potencial de destrucción de todo el sistema bancario.
Por su lado, Samuel Brittan, en un comentario a un libro -por él muy estimado-, The origin of financial crisis, de George Cooper, sostiene la tesis de que los mercados de activos financieros son especialmente vulnerables a efectos de boom y de slowdown; siendo, pues, los escenarios donde actúan más ostensiblemente las fuerzas desestabilizadoras del sistema financiero en momentos de crisis. Y para rematar su idea, al final del comentario evoca la frase de J. M. Keynes de que «la moneda no se maneja por sí misma»; algo que es extensible al crédito, y sobre todo a los nuevos circuitos financieros autorregulados donde han sido visibles los mayores dislates.
Por su parte, Niall Ferguson, célebre por sus trabajos sobre los imperios británico y americano, ha publicado un extenso trabajo, The ascent of money, obra en la que analiza la historia económica de la humanidad, y se pronuncia sobre la actual crisis, sosteniendo la idea de que es cosa muy seria, la más grave desde los años 70, y en el caso de los bancos, desde 1931. Especialmente porque el sistema crediticio se halla atascado, y los bancos no necesitan prestar más, sino prestar menos, a fin de pagar deudas y sanear sus balances. De modo que si esa situación persiste, se creará un cuello de botella en el sistema que afectará seriamente a la economía real. Ocurrió en Japón en los años 90 y está empezando a pasar lo mismo ahora.
En ese contexto, Ferguson entiende que lo lógico es una oleada de fusiones: «los grandes se comerán a los pequeños, de modo que los bancos más fuertes aprovecharán las oportunidades para hacer dinero». Y termina Ferguson: «Lo más importante son los estímulos fiscales: arrojar dinero desde el cielo con helicópteros, y rezar para que todo el mundo se lo gaste y no lo meta en el calcetín. Porque el gran miedo ahora es un escenario de deflación, en el que nadie consuma, los precios bajen en picado y la burbuja de la deuda se pinche. En los próximos meses, los bancos centrales harán cosas que sólo hace un año habrían parecido increíbles».
Por último, nos ocuparemos de un gurú muy particular. Se trata de Nouriel Roubini, hijo de judíos iraníes nacido en Estambul en 1957, y que después de hacerse economista fue ocupando una serie de cargos como asesor del Departamento del Tesoro de EEUU desde 1998 hasta el 2000; para acabar como profesor en la Escuela de Negocios Stern, de la Universidad de Nueva York.
En el 2004, Roubini inició sus críticas sobre la evolución de la economía de EEUU, y en el 2006 ya expuso en el FMI presagios muy pesimistas subrayando que «tenemos un sistema financiero subprime, no un mercado de hipotecas subprime». Luego, ya en octubre del 2008, concretó la necesidad de garantizar temporalmente todos los depósitos bancarios, inyectar más liquidez en el sistema financiero, recapitalizar los bancos viables, e incluso nacionalizar parte de ellos.
Según The Times de Londres, Roubini se ha convertido en el profeta económico de nuestro tiempo y, tras sus predicciones acerca de la crisis, «anda repartiendo consejos a políticos y hombres de negocios desesperados por obtener respuestas». Al iniciarse la crisis, Roubini se convirtió en el Doctor Catástrofe, anunciando que cientos de hedge funds explotarían; y que algunas bolsas tendrían que cerrar hasta una semana, para que no se extendiera el pánico.
Pero Roubini tiene también sus propios críticos: «Predijo una inminente catástrofe hace cuatro años y no llegó; fracaso que achacó primero al déficit comercial, luego al déficit fiscal, y más tarde al precio del petróleo… algún día tenía que acertar».
Hay, asimismo, algunos otros economistas que anunciaron la catástrofe desde hace años, entre ellos Luis Garicano, profesor español de la Universidad de Chicago y de la London School of Economics, quien en el otoño del 2007 predijo en una revista española: «El mercado americano, donde se concedían hipotecas a gente sin garantías, hizo crac en julio. Inglaterra está igual… Pero en ningún país pasa lo que en España, donde la mayoría de las hipotecas son de interés variable, con un castigo creciente a los hipotecados: las familias están cada vez más endeudadas, con ingredientes que forman un cóctel explosivo». José Luis Feito, por su parte, en junio del 2006 manifestó al periodista Carlos Salas: «En el 2007 ya se empezará a notar la crisis, y en el 2008, cuando los tipos estén cerca del 5%, vendrá el golpe». Tal cual.
Por último, una referencia del más conocido de los gurúes, y hombre más rico del mundo, Warren Buffet, consejero delegado del holding Berkshire Hathaway, quien también a veces se equivoca. Por ello recibió un aluvión de críticas a causa de su artículo «Compra América, yo lo hago», publicado enThe Wall Street Journal a finales de octubre del 2008. Concretamente, el popularmente conocido como Oráculo de Omaha (por la capital de Nebraska, su Estado natal) aseguró que había llegado el momento de comprar acciones de empresas norteamericanas ante sus valores muy atractivos después de las caídas bursátiles. Una recomendación prematura por el patriotismo, pues las bolsas siguieron cayendo.
«Estos gurúes de nuestros pecados no tienen remedio y nos llevarán al huerto…», me comentó hace poco una vecina mía.
Ramón Tamames