Ni la comparecencia extraordinaria del presidente del Gobierno en el Parlamento anunciando que el Consejo de Ministros aprobará hoy un Real Decreto ley con una dotación extraordinaria de 11.000 millones de euros con cargo a las cuentas de este año para frenar la destrucción de empleo y reactivar la dormida actividad económica, ni las negaciones de la banca para intentar encontrar una solución al grave problema creado por Sacyr con la venta de su participación en Repsol a una empresa rusa objeto de todo tipo de sospechas, ni siquiera el secuestro de un fotógrafo español en Somalia por el que dentro de unos días pedirán el correspondiente rescate, han conseguido ocupar la primera página de los periódicos y los principales espacios televisivos (nacionales y extranjeros) de la política nacional.
Ese espacio, por mérito propio, lo ha ocupado la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que se ha convertido, sin ella quererlo, en la estrella mediática de la jornada, en Esperanza Superstar.
La llegada de Esperanza Aguirre a Madrid en un vuelo sorpresa de Swisair después de numerosos incidentes y penalidades, su comparecencia en la Puerta del Sol, sede de la Comunidad madrileña, llevando, todavía, los calcetines grises de un largo viaje de regreso del infierno; su estremecedor relato de lo que hace sólo unas horas ocurrió en Bombay («vi sólo la sangre por la que tuve que pisar descalza en el hotel en el que me alojaba»); su entereza y su fuerza de ánimos al convertirse en testigo involuntario de uno de los mayores ataques del islamismo radical en la ciudad a la que acababa de llegar para establecer una serie de contactos beneficiosos para la Comunidad de Madrid; su reacción ante el propio atentado, mientras las balas y la explosiones le hacían compañía siniestra, sin ella saberlo, se han convertido en la noticia del día, una noticia que ha dado la vuelta al mundo y que ha colocado a la polémica presidenta de la Comunidad madrileña, sin ella pretenderlo, en el leitmotiv de todos los telediarios, de todos los informativos, en una testigo de excepción de uno de los mayores atentados de Al Qaeda en el Lejano Oriente.
Sin pasar siquiera por su domicilio, sin cambiarse de vestimenta, del avión a la sede de la Comunidad en la Puerta del Sol, Esperanza Aguirre, acompañada de su marido y de su familia, ha querido dar cuenta a los madrileños de la odisea que involuntariamente ha vivido y ha demostrado que es una mujer con suerte, con temple, con profesionalidad y con baraka.
Supero hace tres años el accidente de helicóptero de Móstoles con un Rajoy que, probablemente, todavía no ha conseguido recuperarse del susto (sólo hay que ver las imágenes de la salida del helicóptero del presidente del PP y de la presidenta). Vivió, también por pura casualidad, el estallido del conflicto entre Israel y el Líbano cuando acababa de llegar en visita oficial a Jerusalén, y ahora ha sido testigo de excepción, y ha conseguido contarlo, de un atentado que le ha podido costar la vida.
Quizás lo único anormal de la jornada, en una conferencia de prensa muy cuidada en la que no ha faltado de nada (ni siquiera el detalle de cambiarle esos calcetines grises de la business class que tanto afean unos bellos zapatos de tacón), sea la ausencia de muchos dirigentes nacionales del partido (salvo Jorge Moragas y Soraya Sáenz de Santamaría), y especialmente de su presidente nacional, Mariano Rajoy.
La verdad es que Rajoy bastante tuvo con el accidente del helicóptero…
José Oneto