miércoles, diciembre 18, 2024
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Cajas vascas y lo peor de la política

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«Hemos acreditado lo peor de la política», decía el viernes uno de los diputados nacionalistas vascos en el Congreso. Venía a cuento del descarrilamiento de la fusión de las dos cajas vascas de Vizcaya y Guipúzcoa, que no alcanzó el consenso necesario de dos tercios en la votación secreta del consejo general de la caja guipuzcoana. El proyecto de fusión de las tres cajas vascas, segunda fase de la fusión de las anteriores cajas provinciales, tenía todas las bendiciones técnicas y profesionales, una fusión de libro, de las que suman nada más producirse. Y además los equipos profesionales de las cajas estaban de acuerdo, el ajuste de sillas y traseros, que suele ser el mayor obstáculo para una fusión de cualquier tipo, estaba hecho.

Pero hablamos de cajas, es decir, de política e intereses en estado puro, en este caso de intereses en el complejo tablero vasco, donde se cruzan las derechas y las izquierdas, los nacionalistas y los localistas, los de la aldea y los de la nación… Ésta era una fusión aparentemente patrocinada por los nacionalistas del PNV, que buscan un banco vasco nacional y nacionalista a través de las cajas. Pero no todos los del PNV están por la labor, aunque no lo digan de forma explícita; en el PNV conviven varias parroquias, almas y aldeas. Y una votación secreta en un órgano inútil (el consejo general) pero fruto de lotes laboriosamente construidos y consensuados puede dar cualquier resultado. Además el PNV, con exceso de confianza, había dejado en el camino a los partidos no nacionalistas, que consideran que esa fusión no era la suya.

El resultado final es malo para el PNV, que pone de relieve debilidad interna y serias dificultades para hacer lo que se propone. Y es malo para los clientes de ambas cajas, que seguirán en la aldea y se perderán las ventajas de una fusión que complementaba, reducía los costes y mejoraba la solvencia en un momento decisivo para las entidades financieras.

Cuando acariciaban el final de la operación, en el minuto final, la operación se va a pique y arruina un laborioso trabajo de años para unificar objetivos y estrategias. Xavier de Irala, un buen gestor, llegó a la caja vizcaína, a la BBK, para hacer la fusión, pero los que le propusieron el trabajo no han ayudado en la recta final. Efectivamente se ha notado lo peor de la política, la conspiración subterránea y la oposición porque sí, por el interés particular y coyuntural. Como Romanones, Irala debe de pensar: ¡vaya tropa!

Fernando González Urbaneja

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