La dirección del Partido Popular arropó ayer, en la conferencia nacional de sus alcaldes para debatir el impacto de la crisis económica, a Esperanza Aguirre y la defendió de las críticas sufridas por la presidenta madrileña a causa de su vistosa «espantá» de Bombay. Al mismo tiempo, los jefes del PP están saliendo en pleno a socorrer y tapar el apoyo que el ex presidente Aznar le dio a Bush en los vuelos secretos e ilegales de la CIA que pasaron por España. Esto ha hecho y hace la dirección del PP, que lidera Rajoy, en defensa de su propia organización y de dos destacados dirigentes, Aguirre y Aznar, que no paran de atacar al líder, a su equipo directivo y su estrategia de oposición. Lo que invita a pensar que Rajoy y su gente son masoquistas o les va «la marcha». Así se aprecia, y con sorpresa, en sus muy obsequiosas relaciones con los medios de comunicación que los maltratan, y colaboran, con Aguirre y Aznar, para derribar y sustituir a Rajoy, mientras desprecian a los demás.
No ha pasado ni siquiera un mes desde que Aguirre desafiara a Rajoy en el control de Caja Madrid, o volviera a insistir en su candidatura a la jefatura del PP en el 2011, o acompañara a Aznar en el congreso de sus juventudes de la Comunidad de Madrid, para poner en público de vuelta y media al líder del PP, su equipo directivo y su estrategia de oposición que el presidente de FAES calificaba de perdedora o resignada, como mucho, a un empate con los socialistas, por culpa de sus «complejos», y por su falta de principios y de valores, la cantinela habitual del sector ultraconservador del PP.
Y ahora los acomplejados dirigentes del partido tienen que salir en defensa de los errores y abusos de Aguirre y Aznar, haciéndose una foto que habla más de «reunión» que de «unión», y que debería ser el punto de partida de una nueva y decidida iniciativa de Rajoy para, de una vez por todas, poner en posición de firme a la presidenta madrileña -empezando por la guerra de Caja Madrid- y exigiendo al presidente de FAES, Aznar, que se calle y que deje de entorpecer la vida del partido y su acción opositora.
Pero si Rajoy, a la vista de los últimos acontecimientos internos, no actúa con la rapidez y la decisión que requieren estos problemas, y otros como la misteriosa incógnita de la candidatura del PP en las elecciones europeas del 2009, entonces pasarán dos cosas muy graves: que los ultraconservadores le ganarán la batalla, acusándole de débil e incapaz; y que los ciudadanos no verán en el PP la fuerza política, unida y con liderazgo, capaz de hacerse con el control del Gobierno en el 2012, y de luchar contra la crisis económica. Porque la pregunta que surgirá es muy sencilla: si no pueden controlar sus problemas internos, cómo van a poder gobernar el país en estas dramáticas circunstancias.
Quizás esa unidad, cierre de filas y liderazgo -aunque sea de cartón piedra y marketing publicitario- es lo que aún mantiene al PSOE en posición de revalidar su liderazgo político y electoral, a pesar de los graves errores de Zapatero y de su desastrosa gestión de la crisis. Y la debilidad permanente del PP es, por el contrario, lo que devalúa o resta credibilidad a las palabras de Rajoy ante los alcaldes del PP cuando acusó a Zapatero de «incapacidad, improvisación y falta de coraje», para luchar contra las terribles cifras del paro, que ha alcanzado la cota de los tres millones y que subirá todavía mucho mas como, resignado, lo reconoció el vicepresidente Solbes con un hilo de voz que probaba que no le llegaba al cuello la camisa, ni tampoco la respiración.
Al final, y si esto sigue así en el Partido Popular, lo de «los acomplejados» se convertirá en una flagrante realidad, por los complejos que exhiben, no ya frente al PSOE, sino frente a Aguirre y Aznar, y sus respectivos medios de comunicación que no dejan de tronar.
Pablo Sebastián