Introito. El incidente entre Rouco y Gallardón es sólo un episodio de las intrigas con las que el cardenal de Madrid pretende derribar a Mariano Rajoy de la presidencia del PP en beneficio de Esperanza Aguirre. La carta del alcalde a Rouco y al nuncio Monteiro pone en un documento escrito y al descubierto la crisis entre la Conferencia Episcopal y el Partido Popular. Por ahora, las únicas víctimas de la libertad de expresión han sido las de José Antonio Zarzalejos en ABC y la del propio Gallardón, al que Rouco no deja que informe al Papa sobre todo este entramado político, mediático y episcopal.
El público incidente entre el cardenal Rouco y el alcalde Gallardón, con el Papa Benedicto XVI y el Vaticano de por medio, es el lógico resultado del descarado y fracasado intento del arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española de utilizar al primer edil de la capital de España como miembro sumiso -cornudo y apaleado- de un cortejo con el que el cardenal quería adornarse en Roma para ofrecerle al Santo Padre la ciudad de Madrid como la sede de la próxima conferencia de la juventud católica prevista para el año 2011. Pero la absurda maniobra de Rouco se frustró cuando el alcalde le informó por carta -con copia al nuncio del Vaticano, monseñor Monteiro- que estaba dispuesto a integrarse en dicha comitiva pero con la intención de informar al Papa de los insultos y de las agresiones que él y su familia sufren a diario de la radio de la Conferencia Episcopal, la COPE. Advertencia de Gallardón que provocó una áspera conversación entre el alcalde y el cardenal, quien optó por suspender dicha visita al Vaticano, para no quedar él en evidencia ante Benedicto XVI.
El asunto, siendo grave en sí mismo, es sólo una pequeña parte de la crisis que, por causa de las virulentas soflamas episcopales de la COPE, mantiene bajo mínimos las relaciones de la Conferencia Episcopal en general y de su presidente, en particular, no sólo con el alcalde de Madrid, Gallardón, que es su preferido chivo expiatorio, sino con el Partido Popular y su cúpula directiva. Empezando por el presidente Mariano Rajoy, al que los locutores estrellas del obispado han puesto, como se dice popularmente, de «chupa dómine» o «a caer de un burro», antes, durante y después del congreso del PP de Valencia. Al igual que han hecho con su secretaria general, De Cospedal; su portavoz en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría -a quien el propio Jiménez Losantos le preguntó en la COPE «si había conocido varón»-; con el portavoz del partido, González Pons; el vicesecretario, Arenas, etcétera.
Agresiones todas ellas virulentas, descalificadoras en lo político y personal, que no respondían ni a la verdad informativa, ni a una crítica periodística razonada y razonable, sino a intereses muy concretos de orden político y económico como son: la pretensión de Esperanza Aguirre de convertirse en la presidenta del PP -para lo que había que destruir a los dirigentes que han sido democráticamente elegidos por el congreso del PP, y a su más directo adversario, el alcalde Gallardón-, y los negocios privados y mediáticos de Jiménez Losantos, quien ha excluido de sus furiosas soflamas a todos los dirigentes del PP que han pagado su particular «impuesto revolucionario», en concesiones de televisión digital, avales, socios, publicidad, como los que le han llegado desde la Comunidad Madrid, empezando por la jefa de toda esta trama, que es Aguirre, y siguiendo por Zaplana, Acebes, Camps, Valcárcel, etcétera, que han tenido que depositar su óbolo en el cepillo del locutor episcopal, a cambio de protección o inmunidad, tal y como se oye y se desprende de lo que se dice y no se dice en la radio episcopal.
Y es esta doble operación, de poder para Aguirre y pasta para el locutor, la que avala el cardenal Rouco en su descarado intento por derrocar a Rajoy de la presidencia del PP, y si puede a Gallardón de la Alcaldía. Y al resto de la dirección del PP, y a las dirigentes De Cospedal o Sáenz de Santamaría con mayor motivo por vivir, se supone, en pecado, amancebada la una y casada por lo civil la otra, según se lo comunicó -esto último- el propio Rouco a Rajoy, metiéndose en la vida privada de las personas, lo que dio pie a que Rajoy le recordara que la COPE tiene a un protestante de locutor nocturno, Vidal, y a un ateo por la mañana, Losantos, los cancerberos del cardenal, el pastor protestante de la noche y el alemán de la mañana, cada uno con su respectivo negocio editorial, a con ayuda de los obispos y de la emisora.
Ahora bien, dicho esto y puestas las cosas en su sitio, tenemos que valorar como un hecho importante, en sí mismo, la carta de Gallardón a Rouco y la suspensión del viaje a Roma, porque hemos pasado, como se dice, de las musas al teatro, y el Vaticano está implicado por escrito y también ante el nuncio de Madrid en este escándalo abierto y descarnado entre Rouco y el Partido Popular, del que acaban de tener noticia muy detallada el pleno de la Conferencia Episcopal, a la que Rouco había ocultado la suspensión de la planificada visita al Papa. Doble error del cardenal, porque cómo puede pretender que el alcalde de Madrid viaje a Roma en su séquito mientras la emisora que Rouco controla no deja de insultarle. Y segundo error: ¿creía Rouco que el fracaso del viaje iba a quedar silenciado?
En cuanto a los lloros y lamentos sobre la libertad de expresión que vienen de la COPE y del diario El Mundo -posiblemente el instigador de toda la conspiración contra Rajoy, que airea la COPE-, tenemos que decir un par de cosas: la única libertad de expresión que ha sido liquidada fue la de José Antonio Zarzalejos, cuyo cese de la dirección de ABC fue pedido y forzado por la COPE en la boca del insultador Losantos, y avalado por el cardenal Rouco y demás obispos. Una infame operación, buscada con saña por la presidenta Aguirre -como lo ha denunciado el periodista-, y consentida de infame manera por los dueños de ABC, los Luca de Tena, Ybarra y Urrutia, que entregaron la cabeza de su director y pisotearon la dignidad e historia del diario poniéndose de rodillas ante el chantaje radiofónico del furioso insultador -que también los denigró a ellos y a su empresa-, y al que puede que un día veamos convertido en estrella de Punto Radio, una vez que ya ha convertido ABC en su cortijo particular, y en soporte para regalar cine viejo, como el único contenido de interés para aumentar difusión y perder más dinero, amén de la dignidad (ayer las acciones de Vocento cotizaron a 3,91 y salieron a Bolsa a 16, perdiendo el 75 por ciento de su valor).
Y también está amenazada, por lo que se ve, la libertad de expresión del alcalde Gallardón ante el Papa Benedicto XVI, porque Rouco no quiere que el Papa, quien ya habrá recibido numerosas quejas, por ejemplo del Rey de España y del embajador español en Roma por motivos parecidos, reciba de viva voz el testimonio de otro político español perseguido por la banda de Rouco. Ni más ni menos que el alcalde de la ciudad que el Papa Benedicto XVI quiere visitar en el 2011 para celebrar en Madrid su fiesta de la juventud católica mundial.
Marcello