Cuando se cumple un año del revolcón sufrido en las urnas del último referéndum constitucional venezolano, Hugo Chávez ha hecho saber, por vía de conexión obligatoria para radios y televisiones, su autopostulación como precandidato a la presidencia en los comicios presidenciales del 2012. Y es «pre», y no candidato a secas, porque el empeño está condicionado a que, por medio de otro referéndum, resulte aprobada una enmienda a la Constitución que modifique el tope de dos magistraturas presidenciales actualmente establecido por la presente Ley Fundamental, aprobada en referéndum durante su primer mandato como presidente de Venezuela.
Pero no es Hugo Chávez crisálida de dictador por el único hecho de que, siendo Venezuela una democracia, los medios informativos audiovisuales deban reproducir en cadena los mensajes presidenciales, tal como en España se hizo durante tantos años, puesto que no era obviamente democracia lo que había aquí como resultado de una guerra civil. Ese relevante síntoma de desprecio a la libertad de información y a la autonomía de los medios, se acompaña de un completo síndrome de inseguridad jurídica.
Asimismo es palpable en la Venezuela de Chávez un expansivo clima de desconfianza ante la inseguridad política y social; perceptible y derivada de la pérdida de garantías que imponen los pistoleros desplegados por el sistema chavista, siempre que llega el caso, para mantener en la calle un clima, propicio para el poder, de vulnerabilidad individual y colectiva. La función que desempeñan en paralelo sentido los agentes cubanos en Venezuela, puede presentar significativas similitudes con el papel que tuvieron los monitores castristas de los grupos chilenos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, durante el Gobierno de la Unidad Popular presidido por Salvador Allende.
En otro orden de cosas es especialmente esclarecedor que después de que los venezolanos dijeran «no» en el referéndum a la nueva Constitución que Chávez propuso -para que fuera posible su reelección indefinida, en una cuesta abajo hacia la dictadura plenaria y la magistratura vitalicia-, venga ahora a replantear la misma consulta; pero no sobre un texto constitucional nuevo en todos sus extremos, sino para que se vote una enmienda a la Constitución vigente, justo en el punto que ésta limita a dos los mandatos presidenciales.
El principio de alternancia en el poder, esencial en los sistemas democráticos, saltaría por los aires si Chávez lograra salirse con la suya. Lo democrático desaparecería de la realidad del sistema. Sin embargo, tal como corresponde a la argumentación del populismo más o menos marsixtoide, ello no tendría importancia porque el chavismo llegó al poder a través de las urnas, como sucedió un día con el allendismo chileno. La tentación totalitaria, sin alternancia y revolucionaria, suele ser catastrófica. Así ocurrió en noviembre de 1933 en España, cuando ganaron las derechas. Las izquierdas no aceptaron e hicieron la Revolución de Asturias. Tras la revolución, la guerra que ganó Franco. Perdió la dictadura frentepopulista y desapareció la democracia republicana.
José Javaloyes