Ramón Calderón, presidente del Real Madrid, consiguió, en constante división de opiniones, que se aprobaran las cuentas del pasado año y el presupuesto del presente. Ganó ambas votaciones, pero de manera apretada. Especialmente, la referente a la presente campaña. Venció, pero se mantiene en el sillón permanentemente acosado. Sustentó la presidencia en los juzgados y muchos socios continúan mostrando clara oposición a su figura.
Es posible que Calderón consiga grandes éxitos en lo económico y deportivo, y pese a ello tendrá contestación en lo social. Ayer no padeció el fracaso de la asamblea anterior, en la que pretendió cambiar los estatutos y le dieron un revolcón. Esta vez tenía más compromisarios a su favor.
El presidente madridista sabía que se iba a topar con más de una opinión en contra y él o sus consejeros cometieron el error de procurarle una guardia pretoriana compuesta por socios no compromisarios dispuestos a mostrarse cual son, con gritos e insultos a los discrepantes.
Si Calderón se deja llevar y mira hacia otro lado le crecerán los ultras en el estadio y acabará dándoles oficina y dineros. Florentino Pérez acabó con las prebendas de tales individuos y por ello estarán siempre a favor de quienes les consientan como ocurría antaño. Joan Laporta también terminó con la posición ventajosa de sus ultras y tuvo que padecer insultos, amenazas y pintadas en su casa. Es el riesgo que se corre cuando se quiere tener el nombre del club sin manchas.
Las cifras de las votaciones no son para que los directivos se sientan satisfechos. Las cuentas pasadas las aprobaron 603 contra 442 y 52 abstenciones. El nuevo presupuesto pasó con 564 votos favorables, 517 en contra y 52 abstenciones.
Acertó Schuster cuando dijo que el presidente ganaría la asamblea. En lo deportivo, ganar por la mínima vale tres puntos. En las asambleas se requieren números más favorables para que exista la paz social. Quitar la palabra a los discrepantes no es de recibo y el hecho se repitió.
Julián García Candau