La captura en Francia del nuevo jefe de ETA, Aztiol Iriondo, a pocas horas del asesinato del empresario Ignacio Uría y de la repugnante exhibición de absentismo y apatía de amplios sectores del nacionalismo vasco tras el vil asesinato, constituye una excelente noticia y un atisbo de esperanza en la lucha contra la barbarie etarra. Y esperemos que un acicate para quienes en el País Vasco esperan la verdadera unidad de los demócratas frente al terror y que todo ello favorezca un cambio de Gobierno y alianzas políticas en las elecciones autonómicas vascas de la próxima primavera.
La caza de Iriondo ofrece, por otra parte, la impresión de que las Fuerzas de Seguridad tienen tendido un cerco sólido en torno a la dirección de ETA y que la banda, en las actuales circunstancias, difícilmente se podrá mover sin ser detectada. Lo que no impide que algunos comandos o pistoleros a su aire sigan matando, como lo hicieron recientemente en Azpeitia, pero sin el apoyo logístico de otras veces y sin una experimentada dirección al frente de la banda, tras las recientes capturas de los primeros responsables de la organización, ‘Txeroki’ entre ellos. Por cierto, ¿qué hace ‘Josu Ternera’?
Decimos que estamos ante una buena noticia en medio de la niebla que nos invade por doquier en este treinta aniversario de la Constitución, lleno de nostalgia y autocomplacencia, y deslucido por la cruda realidad española, empezando por el crimen de Uría, siguiendo por la gravedad de la crisis de la economía y las tremendas cifras del paro, y continuando por la resaca del deterioro de la cohesión nacional, en la que el último esperpento público del diputado Tardá, pidiendo la «muerte al Borbón» y calificando como «corrupto» al Tribunal Constitucional, constituye otro de esos ejemplos de la deriva que están tomando algunos partidos políticos como ERC, socio del PSC-PSOE en el Gobierno catalán, que nada tiene que envidiar a otros del País Vasco como EA y Aralar, con indignas y calculadas ambigüedades ante el reciente crimen de Azpeitia.
En segundo plano, pero a rebufo y prestos a recoger las nueces del nogal que otros agitan o patean, aparecen partidos que debieran ser responsables y coherentes con su pretendida condición de demócratas, como el PNV, con un Ibarretxe agotado y sin credibilidad, y CiU, con un Artur Mas que ahora amenaza con otro referéndum ilegal como el fracaso en el País Vasco si el Tribunal Constitucional recorta el Estatuto catalán como debiera, lejos de los insultos y de las amenazas de todo tipo que recibe.
Al fondo de todo esto aparece el Gobierno de Zapatero muy debilitado y pidiendo a gritos una remodelación o crisis, como la que anunciábamos en estas páginas el pasado viernes -y que luego han confirmado otros medios, el diario El Mundo en el día de ayer-, siguiendo las inquietudes y rumores que se escapan desde el PSOE y el palacio de la Moncloa, a la vista de la falta de empuje y credibilidad del equipo de Zapatero y del cambio radical que se ha producido en los últimos meses por causa de la crisis que a punto está de abrir una gran fractura social, por causa del imparable crecimiento del paro.
El Gobierno se ha quemado en ocho meses -muchos de sus ministros ya lo estaban desde la pasada legislatura- y no sirve ni tiene cohesión para hacer frente a los graves problemas de toda índole que tiene planteados. Y además tiene ante sus narices varias citas electorales -País Vasco, Europa y Galicia-, donde los ciudadanos podrían dar su voto de castigo si Zapatero no hace gala de un nuevo impulso, ofreciendo un equipo renovado que dé algo de confianza y de esperanza, incluso a sus propios militantes y votantes. Y no digamos al conjunto de los españoles. Y si el presidente decide aplazar el cambio de Gobierno, o su remodelación, corre el riesgo de que la crisis del Ejecutivo se la hagan desde fuera de la Moncloa, desde su partido y por el clamor ciudadano y el empuje de la oposición, aunque este último está por ver porque causa asombro que, al día de hoy, el PP no haya planteado en el Congreso de los Diputados la recusación del vicepresidente Solbes, y que esté perdiendo el tiempo y la pólvora con asuntos llamativos pero de menor cuantía como son los casos del alcalde de Getafe, Pedro Castro, o del diputado Tardá.
La batalla política del año 2009, al margen de su calendario electoral, se va a presentar en dos frentes: en el económico y en el autonómico (sobre todo si el Tribunal Constitucional actuara de una vez, y como debiera, frente al Estatuto catalán). Es decir, están de por medio la cohesión social y también la cohesión nacional. Dos asuntos de calado que el Gobierno de Zapatero arrastra desde la pasada legislatura. Y menos mal que se ha recuperado la unidad frente al terrorismo, y que hoy tenemos noticias tan buenas como la captura del criminal Iriondo, porque si eso no fuera así, este fallido festejo de la Constitución habría tenido lugar en el peor de los momentos vividos en esta demasiado larga transición.
Pablo Sebastián