Sólo la renuencia del Gobierno a desalojar de los ayuntamientos que gobiernan a los etarras de ANV -por tanto escrúpulo ahora como falta de escrúpulo legal y consideración política se tuvo para aposentarlos en la legalidad- empalidece el contento ciudadano y el brillo policial por la detención tan inmediata de Aztiol Iriondo, que había relevado al tal ‘Txeroki’ en el vértice de la pirámide terrorista. Un sujeto sobre quien también gravita la hipótesis, señalada anoche por el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, de que sea él, como ‘Txeroki’, uno u otro, quien ordenara el asesinato de Ignacio Uría en Azpeitia.
Sobre la idea de que no falten muertos sobre la mesa para forzar una nueva negociación con el Gobierno, la máquina etarra no sólo no se había enfriado tras la detención del anterior dirigente, sino que tomó más temperatura que la de crucero para forzar un nuevo «proceso de paz».
Ahí está, abierto y entero, el pasaporte parlamentario para el desgraciado episodio anterior, concluido con el atentado contra la Terminal 4 de Barajas. Y lo lógico es que a esa base para las expectativas etarras, a la autorización para negociar, no debieran quedarle muchos días de vida. Aunque, mientras tanto, ahí permanecen empoltronados los de la nueva Batasuna en los ayuntamientos vascos. Más sostenidos por la permanencia de la autorización parlamentaria para negociar que por los supuestos impedimentos legales para desalojarlos.
Si está aparentemente convenido desde el plano oficial que sólo las acciones policiales son capaces -con la volcada colaboración francesa de ahora- de ir cortando las cabezas de la hidra etarra, ¿qué hace el hemisferio parlamentario gobernante -socialistas, nacionalistas y comunistas- que no revocan la autorización aquella para la «vía política», que consiste justamente en lo contrario de lo que ahora con la boca pequeña se conviene.
No cabe simultanear en tales términos una cosa con la otra, la acción policial con el tratamiento político inerme del viejo tumor terrorista en el nacionalismo vasco. Un cáncer con el mismo ADN ideológico que el que tenía el terrorismo catalanista de Terra Lliure. La solución suficiente para el problema etarra es incompatible, prácticamente imposible, mientras subsista sobre el papel esa torpe especie de «estatus de régimen» que es propio de esta Moncloa y de la confederación de taifas alineados contra la otra mitad de España en el Congreso de los Diputados… Lo mismo que subsiste la autorización que éste librara para el portentoso fracaso de la negociación, así rige y continúa la exclusión del otro hemisferio español instituida en el Pacto del Tinell.
Por todo eso, porque la carta para la negociación la conservan en la manga los de la memoria histórica, no puede llegar la correspondiente satisfacción nacional ante la brillante ejecutoria de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Es preciso disuadir a ETA, quitarle todo horizonte, rompiendo ese papel del Congreso en que envuelve su esperanza de un botín político con la sangre de sus víctimas. Hay que poner alas políticas a las victorias policiales contra el terrorismo.
José Javaloyes