Siempre se ha dicho que el Real Madrid es el equipo del régimen español, y algo de cierto hay en todo ello, incluso cuando gobierna Zapatero, que dice ser del Barça porque posiblemente el equipo blanco le parecerá «discutido y discutible» como la propia nación española. Aunque en los tiempos que corren en esta deportiva Casa Blanca lo de discutido y discutible se queda incluso un poco corto a la vista del lamentable espectáculo que ofrece el club, y especialmente su presidente, junta directiva y dirección deportiva.
El lamentable y fascistoide espectáculo que Calderón ofreció en la última Asamblea del Real Madrid, utilizando la bronca de los «ultrasur» a su favor, negando urnas para las votaciones y convocando la reunión en pleno ‘puente’ de la Constitución para evitar una asistencia masiva, da una idea de su talante democrático, del que tuvimos noticia en el escandaloso proceso electoral en el que Calderón y su troupe resultaron elegidos, haciendo un alarde de mañas y de artilugios no ya impropios del pretendido señorío del Real Madrid sino de cualquier organización o empresa.
Y no digamos en lo que se refiere a los presuntos artificios contables de sus cuentas, aprobadas con la bronca ultra y sin las garantías necesarias. Algo que, al final, se refleja en el juego del equipo, en los fichajes medianeros de sus jugadores, en el vestuario y en la figura del entrenador, Schuster, que acaba de ser destituido tras las últimas derrotas, los malos modales del alemán y su pesimismo descarado. El que le llevó a decir, ante el asombro de todos, que el Madrid no tiene nada que hacer frente al Barcelona de Guardiola en el partido del próximo sábado en el Nou Camp, con un burdo derrotismo impropio de quien debe conducir el equipo a la victoria e insuflarle moral.
Y, por supuesto, luego está el caso de las lesiones acumuladas, sobre las que pende la sospecha de una mala o excesiva preparación física, y el fracaso de los fichajes pretendidos -de Cristiano Ronaldo a Villa, o Kaká-, dando fe de que este Madrid no es, ni mucho menos, el que era o fue porque los jugadores de más prestigio del mundo no quieren venir al club, algo que era impensable antes de que Calderón llegara a la presidencia.
Si a todo esto añadimos la pataleta del presidente porque Florentino Pérez se fotografió, semanas atrás, con Ronaldo y Zidane, veremos que al final el problema de Calderón, además de sus malas artes en casi todo, estriba en su falta de talento y la ausencia de capacidad para presidir y gestionar el Real Madrid. Un equipo del que saldrá como llegó: de mala manera. Y puede que sin cumplir su mandato si las cosas y los resultados siguen así. Y sobre todo si el equipo no se completa con jugadores de primera clase, con nota de sobresaliente, y no se conforma con los medio/buenos de notable, que son los que abundan en la alineación.
Otra cosa es el pundonor de estos jugadores y su capacidad de lucha, tal y como se vio en la remontada y la derrota ante el Sevilla, el pasado fin de semana. Pero la furia española y el coraje blanco no puede ser lo único que ofrezca el Madrid dentro y fuera del Bernabéu. Hace falta mucho más, más juego, mejor estrategia, moral alta y mejores jugadores, además de contar con un entrenador que crea en lo que hace si es que le dejan hacer. Y ése es el milagro que se le acaba de confiar a Juande Ramos, que, sin duda, es un buen entrenador, como le avala su brillante currículum. Pero al final, y salvo que llegue ese pretendido milagro, el problema seguirá siendo el mismo y tiene nombre y apellido: Ramón Calderón.
Marcello