Está ocurriendo en el Partido Popular aquello que querían que ocurriese esos «que reman a la contra» y sus aliados mediáticos: se ha instalado en el partido una suerte de caos, de desorden y de indisciplina que va quebrantar gravemente su credibilidad. Algunos -por ejemplo, Jaime Ignacio del Burgo, que ahora proclama que le «duele la COPE»- comienzan a darse cuenta de que el problema está más dentro que fuera y que Rodríguez Zapatero y el PSOE sólo tienen que dejar que el canibalismo popular campe por sus respetos para que la fruta madura de una nueva victoria electoral caiga en sus manos.
Lo peor no son las inoportunas y erróneas declaraciones de Manuel Fraga -¿coordina alguien los mensajes de los dirigentes populares?- sobre los nacionalistas que han servido para olvidar el berrido de Joan Tardá; tampoco es lo peor que Rajoy siga sin cabeza de lista a las elecciones europeas cuando el PSOE ya tiene trabajando a Juan Fernando López Aguilar; ni siquiera es lo peor que el PP nacional y el PP del País Vasco discrepen sobre la política penitenciaria que maneja el Gobierno. Lo peor es que a Mariano Rajoy le están arrebatando el liderazgo del partido a ojos vista. La operación combinada de Esperanza Aguirre y los medios que le secundan -prácticamente todos los de la derecha, con énfasis distintos- reservan a Rajoy un papel marginal que le erosiona de manera constante.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, después del mitin ultraliberal de las Nuevas Generaciones de Madrid, se dispone a enterrar el sábado, en otro encuentro multitudinario, la «cultura del 68» reivindicando los valores-fuerza del conservadurismo de corte anglosajón. Además, en una estrategia de provocación, Aguirre polariza las protestas sindicales en justicia, sanidad y educación, convirtiéndose así en la referencia de esa derecha que combaten los socialistas y los sindicalistas más militantes. Al tiempo, la dirigente madrileña da muestras inequívocas de desear abrir de nuevo la «guerra» con Ruiz-Gallardón -callado y prudente como nunca-, al que imputa no haber reclamado la dimisión del alcalde de Getafe («tontos de los cojones») de la presidencia de FEMP.
Actitudes políticas contradictorias, como el voto con ERC en el Senado contra los Presupuestos, y decisiones frágiles -el PP no ha apoyado la transferencia adicional de 8.000 millones a los municipios aunque sus ayuntamientos cobrarán «hasta el último euro»- se superponen a una batalla interna con terminales en radio y periódicos que Rajoy, hoy por hoy, no está en condiciones de ganar si mantiene su actual disposición displicente (¿indolente?), suponiendo que el marcaje de los tiempos le corresponde a él y no a sus adversarios. Vea que no le vaya a ocurrir como antaño, que por no resolver sobre las ambiciones desmedidas de Aguirre, aquel 15 de enero pasado, tras dejar a Ruiz-Gallardón en la cuneta, perdió las elecciones. Al paso que va no tendrá oportunidad de volver a disputarlas porque sus enemigos le están devorando el calendario. Mientras tanto, a Jaime Ignacio del Burgo le «duele la COPE» porque zarandea a su presidente Rajoy. A buenas horas mangas verdes.
José Antonio Zarzalejos