Veíamos en la primera entrega de esta miniserie de tres artículos, los antecedentes de la Conferencia de Washington del G20, que ha hecho correr tanta tinta, a partir de una anterior referencia washingtoniana, la del célebre Consenso del pensamiento único de la década de 1980.
Hoy, en este segundo artículo sobre el tema, dedicado a los ciber-lectores de ESTRELLA DIGITAL, nos adentramos en el escenario del G20 en la capital de EEUU, para sintetizar el escenario del evento, con unas primeras apreciaciones sobre los acuerdos emanados del mismo.
Primero de todo: tras la convocatoria de la Conferencia, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, en reunión extraordinaria en Bruselas el 7 de noviembre, acordaron los principios -centrados en reforzar la regulación y la supervisión de las entidades financieras internacionales- que el presidente de turno de la Unión, Nicolas Sarkozy, defendería en la cumbre mundial. Al tiempo, el Consejo Europeo decidió pedir a la Comisión una estrategia conjunta para relanzar el crecimiento en la UE; el programa que todavía anda dando vueltas, y sobre el que tendrá que haber un pronunciamiento en Bruselas justamente mañana.
El caso es que, en un posicionamiento global, y en paralelo al que se formó en la Casa Blanca, dos días antes del encuentro en EEUU, Nicolas Sarkozy hizo una proclama un tanto contundente: «El dólar, que tras la Segunda Guerra Mundial ha venido siendo la divisa más importante del mundo, ya no puede ser la única moneda». En otras palabras, lo que pedía era hablar de tú a tú desde Bruselas a Washington D.C.
Por su parte, George W. Bush pronunció un alegato autoexculpatorio, reivindicando los largos años de bonanza y de hegemonía liberal y norteamericana en la economía mundial: «En esta crisis se ha podido apreciar, ciertamente, que se produjeron fallos. Pero eso no supone un fracaso del libre mercado, y por ello mismo, la respuesta no debe ser reinventar nada, sino solucionar los problemas a la vista haciendo las reformas necesarias. Manteniendo los principios que han proporcionado prosperidad y esperanza a gentes de todo el mundo». En definitiva, para Bush, «unos meses de crisis no podían socavar 60 años de éxito». Pero la cosa, obviamente, no es tan simple, porque el daño de las ingenierías financieras made in USA es mucho más serio de lo que podría suponerse hace solamente seis meses.
Ya en vísperas de la Conferencia, se pensó que el presidente electo de EEUU podría asistir al magno encuentro. Pero Obama se mostró muy cauteloso, y no compareció. Razonando que «hasta que yo tome posesión el 20 de enero del 2009 sólo habrá un presidente de EEUU, y ése es George W. Bush». Tan claro como el agua del alto Potomac, el río que refresca Washington en los veranos, y lo congela en los inviernos.
El encuentro del G20 tuvo como escenario el National Building Museum de Washington, donde se dispuso una gran sala para dar cabida a las 26 delegaciones asistentes al suceso (un total de 21 países y cinco organismos internacionales, que fueron: FMI, Banco Mundial, UE, OCDE, ONU y Foro de Estabilidad Financiera). En el centro de la sala, en torno a una gran mesa rectangular, hubo cuatro butacas para cada país y una dedicada a cada organismo. En el caso español, los dos puestos principales fueron ocupados por Zapatero y Solbes, y en segunda fila se sentaron el Secretario de Estado David Vegara y el viceministro checo de Finanzas.
La cumbre sólo duró seis horas, comenzando con una foto de familia a las 09.00, para finalizar a las 15.00, con intervenciones inicial y final del presidente anfitrión, George W. Bush, que ya exteriorizó algún brete de nostalgia, sobre todo al cerrar el encuentro con un sentido good by.
En el comunicado final de esa cumbre relámpago se recogieron acuerdos concernientes sobre la necesidad de una mayor regulación y transparencia de los mercados financieros internacionales, para así evitar la amenaza de que a la recesión ya iniciada en muchos países siguiera la temida depresión. Porque si la recesión es como un túnel al final del cual podría verse la luz, la depresión sería, después de un largo túnel a oscuras, algo así como un profundo pozo del cual solamente podría salirse tras muy penosos esfuerzos.
Ponemos punto y final por esta semana, para reanudar y terminar la próxima, con unas apreciaciones sobre el sentido de la Cumbre de Washington, completada con comentarios en pro y contra. Pues como en la lidia, no pudo por menos de haber diversidad de opiniones. Hasta el próximo jueves, saludos prenavideños.
Ramón Tamames