viernes, noviembre 22, 2024
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Sodoma a la española

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La impresionante película del cineasta Matteo Garrone, Gomorra, nacida del no menos espeluznante relato de Roberto Saviano, escritor amenazado de muerte por la mafia napolitana, o Camorra, por investigar y describir con escrupulosa y asombrosa precisión lo que algunos llaman «el sistema» de una gigantesca corrupción criminal, que emana de Italia e inunda a otros países europeos y americanos, es el escáner de un cáncer que tenemos cerca de nosotros, los europeos, y no digamos de los italianos. Y que nada o poco tienen que envidiar a otras formas de violencia, incluso las terroristas como las que, tras el último atentado de Bombay, pretendían actuar de una manera brutal en Bruselas en plena cumbre europea.

En España, lo que más se parece a la Camorra italiana es la mafia de ETA. Pero «en este país» -que diría Larra- todo se hace de otra manera y además de la Camorra etarra -consentida por los poderes políticos locales, y con la vista gorda, en su dimensión política, de algunos nacionales, véase lo que ha ocurrido con Batasuna, PCTV y ANV en los últimos años- tenemos otro escenario, más sutil y exquisito, que daría para un nuevo libro de Saviano y otra película de Garrone, bajo el título de Sodoma a la española.

Estamos hablando de la gigantesca cama redonda de la alta corrupción de la política, los negocios y las instituciones del Estado, en un reparto de los negocios públicos y los privados -nacionales y extranjeros-, del control de los grandes medios de comunicación, y del uso y manejo de las entidades, hoy medio arruinadas, de las finanzas y las grandes empresas, muchas de ellas al servicio de las camarillas que giran en torno a los aparatos de los partidos políticos, que son los acaparadores de la soberanía nacional y los encargados de hacer favores millonarios y, de paso, colocar a los mediocres gobernantes y gestores, en connivencia con los lobbies respectivos del poder, a izquierda y derecha del arco político español.

Lo ocurrido, en estos días, con las operaciones para el rescate de la banca española, o de la «subasta» o venta a italianos, rusos y franceses del sector energético de este país, con los ministros -como Moratinos en Moscú- haciendo gestiones, mientras los jerifaltes de alto copete andan metidos en «las cacerías» de comisiones millonarias, con la complacencia del Gobierno y el medio silencio de la oposición, son cuestiones que ponen los pelos de punta. Y no porque sean nuevas sino porque, en el medio de la recesión española y de la hecatombe de parados que nos invade, estos pelotazos y tráficos de influencias a la sombra de la recesión, de palacete en palacete, constituyen un escándalo de primer orden. El que anda rondando todas las redacciones de Madrid, los servicios de información y las sedes de todos los partidos políticos, y no digamos de los grandes bancos, cajas de ahorro y empresas de postín.

La Sodoma española es la hija putativa del sistema partitocrático de este país, sin controles democráticos, con Justicia controlada y medios a pachas con los poderes políticos y financieros. Y por supuesto con los políticos de anchas mangas y largas manos, que en casi todos los partidos los hay, y que en definitiva son el último escalón que conduce al tálamo incestuoso y más que podrido del sistema sodomita español. El que, en plena oscuridad de la crisis nacional de la economía y en pleno drama de millones de familias de españoles, brilla con descarnada y repugnante notoriedad por entre los más sofisticados laberintos del poder, como tarde o temprano se sabrá.

Marcello

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