En el Madrid se temían lo peor. Los directivos, los aficionados, los jugadores y el entrenador. Perder sólo por 2-0 fue casi un alivio. Pronosticadas tantas insensateces, tantas goleadas apabullantes, tantos paseos militares, y perder a pocos minutos del final del partido fue casi victoria moral.
Los Barça-Madrid tiene siempre gran tensión. Se suceden los dirigentes, cambian los entrenadores, y fundamentalmente los jugadores, y en cada ocasión se reproducen todas las inquinas, se sueña con viejas revanchas porque hay heridas nunca cicatrizadas.
Todo apuntaba a que ganaría el Barça. Entre uno y otro equipo existe diferencia de calidad y, además, mientras en un vestuario hay moral de victoria, en el otro, demasiadas incertidumbres.
Cambió de entrenador el club madrileño y con él se acudió al Camp Nou con espíritu de equipo modesto. Juande Ramos suplió los problemas que tenía, por la diversas ausencias en todas las líneas del equipo, con alineación conservadora. Fundamentalmente, para evitar la goleada, y de paso, si surgía la ocasión, dar algún susto.
El Madrid renunció a ganar. Jugó la mayor parte del encuentro recluido en su terreno. Fue avasallado aunque su orden defensivo impidió a los barcelonistas encontrar con rapidez el camino del gol.
El Barça no repitió lo que había hecho en partidos anteriores y frente a equipos fuertes como Atlético y Valencia. El Madrid se dedicó a resistir. Fue como si Juande hubiera colgado una pancarta en el vestuario con el lema de «no pasarán».
Les costó marcar a los azulgrana. Lo consiguieron por insistencia. Los centrales madridistas se manejaron bien, arropados mejor de lo esperado. Aculados en su área no tuvieron que jugársela en carreras de contragolpe. Meltzelder hizo el mejor partido de cuantos se le han visto en España, y Casillas, con preocupante flojera en esta temporada, recuperó sus mejores virtudes.
No fue el partido del siglo porque se había vaticinado en exceso la superioridad barcelonista. Pero hubo vobración, emoción en determinados pasajes del partido e incertidumbre hasta que Messi marcó el segundo tanto.
Julián García Candau