El tiempo fluye incontenible y la semana se acaba sin que me haya asomado a estas páginas virtuales. Y no es por falta de temas que comentar. Más bien al contrario, después de la Conferencia de Doha los acontecimientos se han acelerado y multiplicado, como si este año horrible no quisiera acabarse sin acumular malas noticias y peores perspectivas.
El espectacular aumento del paro en EEUU, con medio millón de empleos perdidos en noviembre en la industria y los servicios, auguran que el 2008 será el peor año desde 1945. Bush ha tenido que aceptar que la economía norteamericana está en recesion, mientras los «tres grandes» de la industria del automóvil pasaban la gorra por el Congreso pidiendo ayudas para evitar el naufragio. Las malas noticias que vienen del Atlántico han sido más fuertes que la mayor bajada de tipos de interés de la historia del BCE y las bolsas se derrumban un poco más. El anuncio del macroplan de relanzamiento de Obama provoca un sobresalto alcista pero el rechazo por el Senado de las ayudas al sector del automóvil las hace caer de nuevo.
Y todo este panorama de inestabilidad ha sido aderezado por el esperpéntico episodio del FBI deteniendo de madrugada al gobernador de Illinois por intentar vender al mejor postor la nominación del senador que debe reemplazar a Obama. Y por un nuevo escándalo financiero descubierto en Wall Street, un fraude de dimensiones colosales, unos 50.000 millones de dólares, protagonizado por el ex presidente del mercado Nasdaq, del que serían víctimas los fondos especulativos de medio mundo, españoles incluidos.
En España, la caída del precio de los activos financieros e inmobiliarios obliga al Gobierno nada menos que a suspender la aplicación de las normas contables para evitar la quiebra generalizada de las empresas. Y los déficits públicos que van a producir los planes de relanzamiento economico hacen que la Comisión Europea ponga en el congelador el Pacto de Estabilidad, porque todo el mundo sabe que no se va a cumplir. No importa, hay urgencias más importantes que la estabilidad de las Haciendas Públicas. Como dice el premio Nobel Krugman, es posible que estemos hipotecando el futuro, pero si no lo hacemos nos quedamos sin futuro. La hora es a la expansión del gasto público, el único que puede mantener la demanda ante la desconfianza generalizada en los mercados financieros, la montaña de deudas de las empresas y el ahorro de precaución de los particulares.
La deuda pública es un refugio en estos tiempos revueltos y los gobiernos pueden financiar a tipos muy bajos sus planes de relanzamiento, 200.000 millones de euros el europeo y en EEUU 1 billón de dólares. Esta semana el Tesoro americano colocó bonos a tres meses a un tipo negativo… ¡lo nunca visto desde 1941! Pero empieza a preocupar la sostenibilidad del endeudamiento público, en torno al cual se puede estar empezando a crear la siguiente burbuja financiera. La primera voz de alarma se produjo el miércoles cuando Alemania, el país con la mejor solvencia financiera y el menos dado a los excesos keynesianos, tuvo dificultades para cubrir una emisión de 7.000 millones de dólares de deuda pública. Quizás también para las Haciendas Públicas la fiesta se esté terminando…
Pero, de momento, el Estado seguirá siendo la única tabla de salvación de la economía mundial en las economías occidentales y más todavía en China, afectada brutalmente por la caída de las exportaciones. Y, a su vez, la disminución de la actividad en China disminuye la demanda de materias primas, cuyos precios se hunden en picado después de los vertiginosos aumentos del último año.
Empezando por el petróleo, que cae por debajo de los 40 dólares. Quién lo hubiera dicho hace sólo 5 meses, cuando se acercaba a los 150 y se le esperaba en los 200 para fin de año… Es desde luego una buena noticia para la inflación, pero a estos precios no habrá estímulos para las economías de energía ni inversiones que garanticen la demanda cuando ésta se reactive, por lo que estaremos incubando ahora una nueva escalada de precios dentro de una inestabilidad general de la que los países pobres son las primeras víctimas.
Pero esto será para más tarde. Por el momento lo que nos espera es una larga y dolorosa recesión global, como vaticinan dos informes del Banco Mundial y del Departamento de Energía de EEUU aparecidos esta semana.
Según ellos, el mundo se enfrenta a la peor recesión desde la Gran Depresión iniciada en 1929. Por primera vez en los últimos 30 años, la demanda global de petróleo caerá durante dos años consecutivos y el auge de los precios de las materias primas de los últimos cinco años -que elevó los precios un 130%- ha llegado a su fin. Una visión que contrasta con la que hasta ahora mantenían las empresas de recursos naturales y la mayoría de los analistas de Wall Street, según los cuales la caída de los precios era una corrección dentro una tendencia ascendente.
Pero lo más grave es la previsión de que el comercio mundial, verdadero motor del crecimiento de los países en desarrollo, se contraerá un 2,1% en el 2009, por primera vez desde 1982. Ésta sería una pésima noticia para los países en desarrollo, que pueden enfrentarse a la mayor disminución de su crecimiento de los últimos 60 años, con caídas vertiginosas desde el 8% en el 2007 hasta el 4% en el 2009.
China, la economía en más rápida expansión del mundo, frenará su crecimiento hasta el 7,5%, por debajo del necesario para no destruir empleo. Y ello a pesar del enorme estímulo fiscal anunciado por el Gobierno. En la India todavía peor; puede quedar por debajo del 6%. Excluyendo a estos dos gigantes, el crecimiento de los países en desarrollo será menor del 3% el próximo año. Y un punto de crecimiento perdido en África equivale a tres veces lo que recibe en ayuda al desarrollo.
Estas previsiones se hacen suponiendo que las intervenciones para sostener el sistema financiero internacional y apoyar el crecimiento en el mundo industrializado tienen éxito. Pero aun así las inversiones caerán y los flujos de capital desde los países desarrollados disminuirán a la mitad del pico alcanzado en el 2007.
Así, desde que se intensificó la globalización de la restricción del crédito, se ha desvanecido la teoría del decoupling, según la cual los países en desarrollo podrían mantenerse al margen de los problemas del mundo industrializado. Al contrario, todo dependerá de la recuperación de la confianza en las decisiones de consumo e inversión de los países desarrollados, especialmente en Europa. Y por eso son especialmente importantes los acuerdos del Consejo Europeo de este fin de semana, que deben haber resuelto el paquete energía-cambio climático y las reticencias alemanas al plan de relanzamiento europeo. Parece que éstas pueden ser las únicas buenas noticias de este fin de año y a ello habrá que dedicar una próxima crónica que compense el retraso de la presente.
José Borrell Fontelles
Presidente de la Comisión de Desarrollo del Parlamento Europeo
Josep Borrell