Llama la atención la capacidad de los sindicatos de pilotos para hacerse antipáticos, especialmente los de Iberia. Quizá es que les gusta llamar la atención, y después de unos años de tranquilidad vuelven sobre sus pasos para molestar a los clientes que les pagan el sueldo, con la negociación de un convenio imposible al fondo. Su lógica es que perjudicando a la compañía y a los clientes sacarán provecho.
Desde hace varios días aplican el reglamento y acumulan retrasos e incidencias que van poniendo, cada día, patas arriba el tráfico hasta obligar a cancelar algunos vuelos. En un momento complicado para el sector, con caídas de demanda e incertidumbre de fusiones las exigencias de los pilotos vienen a complicar el panorama.
Jueves y viernes utilicé tres vuelos de Iberia y uno de otra compañía nacional. Los primeros sufrieron, en todos los casos, retrasos entre una y dos horas. El cuarto salió y llegó puntual, tal y como venía ocurriendo en Iberia desde hace meses. La fiabilidad, que es la principal razón para utilizar una compañía, es puesta en cuestión por uno de sus principales interesados: los pilotos.
Los retrasos suelen tener explicación plausible, que los comandantes se afanan en proporcionar: que no ha llegado un tripulante que es imprescindible, que no cuadran pasajeros y equipajes, que le entregaron el avión tarde… explicaciones razonables pero que acumuladas en pocos días, cuando eran excepcionales antes, confirman que estamos ante una huelga de hecho que trata de forzar una negociación interesada.
Así que mientras no se aclare el asunto, mientras no despejen las sospechas, habrá que ir pensando en cambiar de compañía. Estos pilotos deben de ser gente lista, pero quizá se pasan de listos cuando deciden ponerse antipáticos y molestar a sus clientes.
Fernando González Urbaneja