sábado, noviembre 23, 2024
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El último (¿) error de Bush con Iraq

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Digo el «último» con la reserva de una interrogación porque de aquí hasta el 20 de enero quedan muchas posibilidades de que vuelva a cometer otro. Hasta entonces, no se olvide, el saliente George W. Bush es el amo de la guitarra norteamericana. El suceso es la consecuencia natural de una decisión tan legítima como insuficientemente calculada. Al termocéfalo Montazer al Zaidi, colega de la televisión Al Bagdadia y de condición comunista -según otros colegas iraquíes-, se lo han puesto como se las ponían a Fernando VII. Mejor imposible. Y los zapatos no han dado en la cara a su destinatario porque en esto el presidente Bush sí ha tenido reflejos y visto qué se le venía encima, luego de que el remitente le llamara «perro».

En su ánimo tenía Montazer más motivos y razones para hacer lo que ha hecho que aquellas otras esgrimidas por la empresa para la que trabaja, exigiendo que le excarcelen de inmediato en nombre de la «libertad de expresión». Pero, además, la llamarada que ha producido el incidente en Ciudad al Sadr -el distrito bagdadí de más alto nivel de beligerancia iraquí a lo largo de la guerra- puede prender en el resto de la nación, reavivando las brasas de los rencores causados por la contienda. Vamos a ver ahora cómo se las apaña el Gobierno de Nuri al Maliki si la mecha prende y desbarata la entera y compleja transición que tienen ante sí los iraquíes para llegar a la paz real y a la soberanía verdadera.

Del mayor interés será también observar la reacción de la opinión pública estadounidense ante lo ocurrido. Más allá de lo que piensen muchos en el sentido de que nada se le había perdido a Bush en Iraq a estas alturas de la historia, o en el opuesto, estimando que lo hecho ha sido un acto de gallardía personal y consecuencia política con lo sostenido desde que comenzó en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el debate sobre el Iraq de Sadam Husein; más allá de todo eso, desde todo lo que los norteamericanos entienden y sienten por los símbolos de su nación, desde la bandera a quien habita la Casa Blanca, la afrenta del zapatazo en Bagdad puede traer cola…

Sólo hay que reparar en el aire que el New York Times le ha dado al asunto, desde una simple nota en primera página un día, a la apertura con el máximo titular en la primera edición de la jornada siguiente. Sabida la sintonía del NYT con el Partido Demócrata, no sería de extrañar que desde la Administración entrante se haya manifestado sorpresa y disgusto ante la trivialización del suceso en el primero de los tratamientos informativos. De algún modo puede haberse entendido, con razón, que la primera magistratura del país es lo que es antes de que le pongan un nombre debajo o por encima.

A Barack Obama, en buena lógica, no le hará ninguna gracia tomar el relevo con un testigo devaluado, por dañado en su prestigio durante un incidente que se pudo y debió evitar. En determinados asuntos no caben las liquidaciones por fin de temporada.

José Javaloyes

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