No sabemos si a partir de ahora se va a prohibir a los periodistas entrar en las ruedas de prensa calzados, o si se les va a obligar a entrar descalzos, como si pretendieran visitar una mezquita. Pero sí sabemos que se acaba de iniciar un movimiento musulmán, y puede que internacional, al grito de ¡fuera los zapatos!, en contra las guerras de Bush y también de Estados Unidos, que ya veremos si Obama consigue apaciguar y controlar.
El vídeo que muestra el vuelo de los zapatos que un periodista iraquí, el suní Al Zaidi, lanzó el pasado lunes contra el presidente de Estados Unidos, George Bush, durante una rueda de prensa celebrada en Bagdad ha dado la vuelta al mundo y ha ofrecido la penosa imagen del presidente de la primera potencia del mundo esquivando entre muecas y sonrisas estos improvisados proyectiles con los que se identifica una inmensa mayoría de musulmanes de todo el mundo (y de ciudadanos de otras culturas), al margen y además de ser una descortés agresión impropia de un profesional de la información. Y de poner en evidencia los fallos de la seguridad del presidente americano y de su anfitrión iraquí, el primer ministro Al Maliki.
Pero el zapatazo refleja otras muchas cosas, como el reconocido fracaso de la guerra de Iraq y de la pretendida reconstrucción del país, como ahora se ha desvelado en un informe hecho público por The New York Times que prueba que la interminable lista de las mentiras y errores de esta guerra está lejos de acabarse y tendrá secuelas mucho más graves y lamentablemente más certeras que esos dos zapatos lanzados a la cara del presidente Bush, que fue públicamente desairado y con él la dignidad de la presidencia y el prestigio de Estados Unidos. Desde donde ven cómo el pueblo de Iraq sigue condenando la guerra -y la posterior invasión- en la que casi todas las familias de este país han perdido padres, hermanos, hijos y amigos, y que ha dejado tras de sí un gigantesco reguero de destrucción que aún no ha podido ser superado por la presunta y fallida reconstrucción, ni siquiera para igualar los escasos niveles de desarrollo en los que vivían los iraquíes en los tiempos de Sadam Husein. Y ¿qué decir de las torturas, secuestros y abusos de las cárceles de Guantánamo o de Abu Ghraib?
El periodista Al Zaidi fue no hace mucho detenido y maltratado, y por ello y por la guerra de Iraq decidió agredir con sus zapatos al presidente Bush, y ahora puede que le espere un infierno a manos del Gobierno iraquí y a pesar del movimiento de simpatía internacional que se ha desatado en el mundo árabe y musulmán en su favor, pidiendo su libertad. Desde luego sería un atropello y un grave error que su vida o su integridad corrieran peligro, o que fuera objeto de una demencial condena de prisión. Su fallida agresión seguro que ya la ha pagado Al Zaidi con creces en esa horrible guerra y en su postguerra, con lo que las represalias no deberían ir a más, y menos aún para satisfacer al presidente americano.
El presidente Bush que deja tras de sí en las guerras de Iraq y Afganistán una herencia pésima y sin visos de solución a corto o medio plazo. Y qué decir de lo que dejará en el campo de la economía americana y mundial, o del liderazgo y el prestigio de Estados Unidos en todo el mundo, aquí incluidos sus más fieles aliados de Europa, donde muchos ciudadanos han visto, no sin cierto regocijo y simpatía, los zapatazos lanzados a Bush en Iraq.
Y ésta es la herencia que sobre todo va a recibir Barack Obama el próximo día 20 de enero cuando acceda a la Casa Blanca y se encuentre el famoso Despacho Oval lleno de ingentes problemas que el nuevo presidente sabe que no podrá resolver con la eficacia y rapidez que todos esperan de él. Lo que le obligará, además, a tomar decisiones impopulares y muchas veces contrarias a su esperanzadora campaña electoral, por aquello de que una cosa es pregonar y otra dar trigo donde no quedan campos para cosechar.
Marcello