sábado, noviembre 23, 2024
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Madoff no será el último estafador

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Las recesiones destapan muchas vergüenzas, tienen un efecto limpieza por sí mismas y porque dejan al aire porquerías que obligan a raspar y pintar. La última estafa, la del tal Madoff, es de libro: cadena de encubrimientos para tapar errores; no debió de ser un timador profesional al comienzo, no timó por propia voluntad, sino que encadenó errores que fue tapando hasta dejar bajo la alfombra un boquete monumental. Y ahora no van a encontrar nada debajo de la alfombra, los clientes se llevaron los activos en forma de rendimientos ficticios, en una especie de involuntaria cadena de solidaridad (los nuevos en favor de los antiguos) que quebró en el límite, cuando uno abrió la lata o descorrió la cortina para descubrir que no quedaba nada.

Evidentemente que hay fallos sucesivos de supervisión, de regulación y de control; y también de transparencia. Pero de control nadie quiere hablar en las etapas de euforia, que es cuando hay que extremar la vigilancia. En esos momentos se insiste en el valor del riesgo y que los premios y castigos serán bienvenidos. Pero cuando llegan las pérdidas también se oyen las maldiciones por el fallo de control. También es inevitable que aparezcan los entendidos, los que ya advirtieron y denunciaron años atrás que había gato encerrado, que no era oro todo lo que relucía.

Es frecuente escuchar ahora a gentes avezadas en la inversión que dicen que no han perdido nada, que van capeando la crisis con habilidad. Pero deben de ser muy pocos, los que no están preocupados y perjudicados son los que no tienen inversiones. Unas pérdidas medias de los valores bursátiles del orden del 40% (o más), que es la que llevamos este año, hace a todos los actores del mercado más pobres, algunos habrán perdido menos, hasta la mitad, pero otros habrán perdido más. Los promedios para estimar los rendimientos hay que hacerlos con periodos más largos, para compensar los extremos.

El desastre Madoff era verosímil, previsible, con ese o con otro nombre. Como es previsible que a lo largo de las próximas semanas algún otro inversor profesional siga el mismo camino hasta declararse en quiebra o para reconocer que sus activos se han volatilizado. Y eso es más posible aún en las zonas de inversión libre y de transparencia limitada. La ventaja de las cotizadas es que tiene que explicar sus cuentas constantemente, que están sometidas a escrutinio público, lo cual dificulta las ocultaciones y los encubrimientos. Pero hay otros territorios menos controlados, y es bueno que existan, que dan muy buenos resultados pero que no están exentos de desastres cuando vienen tiempos duros.

Este caso Madoff es típico y tópico, debe producir responsabilidades y una causa penal, y condenas, pero los clientes lo eran en ejercicio de su libre elección, que incluye el riesgo de perderlo todo. En este caso lo han perdido, les queda lo que obtuvieron hasta que se acabó la fiesta y les estafó aquel en quien confiaron o quien les llevó a confiar en él. No es el primer fraude, ni será el último, ni siquiera de los de esta crisis.

Fernando González Urbaneja

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